Nota realizada por Natalia Muñoz, redactora de MdpYa

Ya estamos. Lunes 11 de diciembre y ya cambiaron todos los gobiernos que debían cambiar, resultados electorales en mano. Lo trastabillado de las primeras horas (habla Caputo, no habla Caputo, mañana habla Caputo, ¿qué va a decir Caputo?) deja entrever o que las transiciones no fueron fructíferas, o que el diagnóstico era equivocado. O peor, las dos.

Por estas primeras horas, la población se ubica en algún punto del continuo que tiene en sus extremos a los exultantes de alegría por un lado, a quienes no abandonan el llanto ni la posición fetal, por el otro. “No va a hacer todo lo que dice”, “el Congreso lo tiene que frenar”, “qué bien un presidente tan transparente que dice que habrá ajuste”: el top tres de frases más escuchadas en espacios públicos hasta el día de hoy. ¿Cuál será la versión que prime, la que tome el poder? No será el objetivo de este escrito responder tal pregunta, sino más bien hacer algunas observaciones. 

“El ajuste y el shock son inevitables” dijo nuestro ahora presidente Javier Milei. Faltan algunos detalles: ¿Cuál será la población ajustada? ¿de cuánto ajuste hablamos? ¿hasta cuándo hay que aguantar el aire abajo del agua? Una deja que las cosas fluyan, pero tiene que saber cuándo van a empezar a fluir.

El sustento empírico nos muestra fácilmente algunas cartas: falta de asistencia social, escasez de políticas de inclusión en lo económico, en lo cultural. De lo poco que había en materia de control de precios hay que restarle el margen de falta de efectividad y la mucha inflación. ¿Cuánto durará el camino hacia la salvación, si, como dijo el presidente, “no hay plata”?

Mar del Plata tiene sus particularidades. Tras exclamar lo obvio, cabe adelantar que muchos ojos estarán fijos en los montos de los tickets de compras y de consumos, sobre todo en la temporada que ya empieza. Una temporada que va palmo a palmo con el turismo gasolero, de heladerita portátil, fruta y espectáculo gratis. Los comerciantes se atajan y se protegen: en una maniobra deben empatar el aumento de las distribuidoras, guardar un restito para seguir funcionando y no trasladar todo ya a precio para no perder atractivo ante los clientes. El piso es lava. 

El fin de semana comercial en Mar del Plata recordó a la desesperación por acoplar papel higiénico durante la fase 1 de la cuarentena por covid. Filas de personas, de changuitos, de autos, amontonamiento detrás de una buena oferta, o al menos de un producto que no haya sido tan remarcado.

Del último viernes de Alberto Fernández presidente al primer lunes de Javier Milei como tal, en nuestra ciudad se han registrado subas de hasta 20% en productos alimenticios y un porcentaje similar para las naftas de todas las marcas. Carniceros, verduleros, ferreteros, comerciantes de indumentaria no se alejan del sacapuntas: saben que pronto tendrán que cambiar los precios otra vez.

En tanto, se terminó de conformar y de asumir el nuevo gabinete municipal. Juntos por el Cambio retuvo su poder en General Pueyrredon.

“No se va a poder contener a todos”, dijo hoy a la prensa Vilma Baragiola, secretaria de Desarrollo Social por cuarta vez. ¿Será eso que, por ejemplo, la tarjeta alimentaria dirigida a personas en extrema vulnerabilidad y bajo la línea de indigencia se va a congelar? ¿o que se va a suspender? Poco se ha sabido luego de que el pedido de aumento haya girado a la secretaria de Hacienda, que no existe más como tal.

¿Querrá aquello decir que no habrá ni ampliaciones ni nuevas políticas destinadas a personas en situación de calle?

Asumiendo el peor de los escenarios en los interrogantes anteriores, ¿se puede asumir que el gobierno local se prepara para contener a la clase media que se va a mudar involuntariamente al sector de los pobres y los indigentes, como también adelanto el presidente Milei? Lo omite uno, lo vocifera el otro.

Pero, ¿qué garantías hay de no ser nosotros los que caigan en tal suerte? Desear que el ajuste le toque al otro no cuenta como garantía. Levantarse de madrugada y el “nadie me regala nada” tampoco son garantía. ¿Hay algo que lo sea?

Quizás, contar con un empleo sólido, así el salario no tenga la misma velocidad que la inflación, sea lo más parecido a un alivio que ayuda a tomar distancia del desastre. Sin embargo, “están planteando un recorte del gasto público muy importante, que tiene efecto en el empleo, y nuestra ciudad no va a quedar exenta a eso”, planteó hoy a la prensa local Fernando Muro, otro político que volvió al Ejecutivo, en su caso al frente de la secretaría de Desarrollo Local, Inversiones e Integración Público Privada.

No es un monstruo, ni un fantasma, ni campaña del miedo, ni una pesimista con conexión a internet, ni una hipérbole. Es, ni más ni menos, la comprensión directa palabra por palabra de los anuncios de lo que vendrá, una cuenta regresiva desde el cinismo hacia el gran impacto.

Quedará aferrarse a lo bueno, al aprendizaje de no encarar otra vez una resistencia de Facebook; al deseo de que esta pieza envejezca mal (pésimo, horrible).