Por Adriana Derosa

Uno recorre los salones de la vieja casona de Victoria Ocampo, de la calle Matheu al 1851. Huele sus rincones, detiene la mirada una vez más en el empapelado de pájaros. Uno se sienta en una silla bellísima, y se dedica a observar detenidamente a Celeste Albaret, el personaje construido por el actor italiano Néstor Saied: es el ama de llaves del escritor francés Marcel Proust.

Uno sabe a qué ha ido, ha elegido esta alternativa. Ha optado por presenciar una obra en la que caminará por los salones de la villa siguiendo el relato cadencioso, tal como lo ha ideado Leonor Benedetto, a cargo de la dirección. El texto le pertenece a ella y a Saied, y está ligeramente inspirado en un libro escrito por la misma Celeste. Teatro alternativo, dice el premio Estrella de Mar que obtuvo.

Celeste toma la voz de la narración de su vida con el escritor, pero no lo hace de cualquier manera. No podría hacerlo de manera trivial, porque ella ha vivido con Proust, ha tomado sus notas. Se ha imbuido de un estilo profundamente modificado por el impresionismo de las descripciones. Y por la cuestión proustiana central: las percepciones disparan la sensibilidad y traen recuerdos. Un olor, un sabor, pueden traer a la conciencia lo que la memoria tenía sepultado.

Es precisamente el sutil personaje vestido de Gucci quien nos muestra cómo vuelven a la memoria los aromas del café del escritor, que fuera elaborado a su exacta medida. Su gusto por las medialunas, casi su único alimento. El eventual plato de lenguado, y el capricho por el chocolate. Lo cuenta con un estilo acorde al escritor- autor de los 7 tomos de “En busca del tiempo perdido”- que no refiere sucesos, sino el efecto que producen los hechos en su sensibilidad, la imaginación y la memoria. Ese es el hallazgo.

La escenografía es la misma casa señorial. El ritmo, moroso como el de Proust, que te lleva a disfrutar de los detalles en el mismo orden en que el fluir de su conciencia los evoca. Y la actuación, de un cuidado, de una delicadeza, que demuestra una mano igualmente cuidada en la dirección de Benedetto.

Elija esta “alternativa”. No se prive si es que está en sus manos invertir en el teatro de las noches de martes. Si uno no puede disfrutar del arte, solo le queda la “banalidad de la vida”.