Desde que asumió la primera magistratura de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof se ha convertido en la obsesión de los medios de comunicación representantes del poder oligárquico y corporativo. Joven, apuesto y con una sorprendente trayectoria en la docencia y la gestión pública, Kicillof ocupó un cargo históricamente impopular en la Argentina.

Desde Krieger Vasena, pasando por Celestino Rodrigo, Martínez de Hoz o Cavallo, los argentinos solemos mirar de reojo al que ocupe el sillón de ministro de Economía. Pese a haber estado allí, el entonces candidato Kicillof recorrió todo el territorio de la provincia a bordo del célebre Renault Clío manejado por quien hoy es su jefe de gabinete y fue siempre bien recibido en todas partes gracias a su popularidad “gasolera”. Así se granjeó el epíteto de “austero”, en contraposición con el perfil más cool de una María Eugenia Vidal que vivió cuatro años atrincherada en una base militar por un supuesto temor a “la mafia”. Padre de familia, profesor universitario, tomador compulsivo de mates. Un tipo “bien”. Un cuco.

Kicillof ganó la gobernación de la provincia habiendo superado incluso la diferencia que Alberto Fernández alcanzó respecto de Mauricio Macri. Como se diría en la jerga: ganó “por paliza”. Pero eso le valió hacerse de enemigos poderosos: desde el día 1, fue blanco de todo tipo de tergiversaciones y de críticas por parte de los medios masivos de comunicación que, además, son ahora opositores y como se sabe son formadores de la “opinión pública”.

Pero, ¿por qué es tan peligroso Kicillof? Pues porque un político cuya reputación no se puede cuestionar desde lo ético, con capacidad de gestión, con buena imagen, joven y para más, peronista, es una piedra en el zapato. Un tipo capaz de llevar la política a los hogares burlando el blindaje y el bombardeo de la social media y el community management puede tener proyección en el tiempo y poner en jaque el proyecto del poder corporativo. El respaldo irrestricto del que parece gozar por parte de Alberto Fernández, pero también de Cristina Fernández de Kirchner hace suponer también que el rol de Kicillof puede ser también más profundo: es un hombre con peso específico que se ganó a fuerza de militancia en la calle y es capaz de funcionar como línea de flotación y respaldo del gobierno nacional.

Un político difícil de derrotar, porque no hay por dónde entrarle.

Así es como se llegó a la situación de hoy. Es virtualmente imposible encender la televisión o leer los diarios, los portales de noticias o las redes sociales sin leer algo sobre Kicillof. Por poco o por mucho, Kicillof siempre yerra. Es decir que una figura como el gobernador, tan impenetrable por lo sólida, no se puede derrotar sino a través de la guerra mediática. Una guerra sin cuartel y sin piedad, día tras día. Desde su asunción el pasado miércoles 11 de diciembre nos ha tocado leer, escuchar y ver que en la provincia hay impuestazo, que no se les paga a los maestros, que no se les aumenta el salario a los empleados públicos, que hay tarifazo en la luz, que no se reparten las vacunas (que Vidal había olvidado en un depósito y las dejó vencer), que hay default de la deuda, que no hay default de la deuda, pero que entonces “la plata estuvo todo el tiempo”, pero que “bueno, si les pueden pagar a los bonistas, que les aumenten más a los docentes”… Aparentemente, en poco menos de dos meses la provincia de Buenos Aires pasó de ser el territorio de la paz y el imperio del estado de derecho y de la lucha contra las mafias para convertirse en un solar lúgubre e inhabitable. O eso parece si uno se toma el trabajo de leer las “noticias”.

El presidente de Rusia Vladimir Putin ha dicho alguna vez: “el jefe de Estado siempre ha sido y será la persona que es responsable de todo lo que sucede”. Y el jefe de Estado de la provincia de Buenos Aires es Kicillof. Pero el gobernador no nació de un repollo y tras cuatro años de desgobierno de parte de la Alianza Cambiemos encarnado en la figura de María Eugenia Vidal, la papa quemaba. Kicillof asumió en medio de una crisis de deuda, con una epidemia en curso, con un aumento de las tarifas inminente, propuesto para que le explotara en la cara. Parece que la “bomba” de la que se habló en cierto sector de los medios durante 2015 no armó Kicillof como ministro, sino que le tocaría desactivarla como gobernador. Una de las primeras medidas que impulsó su gobierno, la modificación del régimen impositivo, fue presentada por la prensa “independiente” como “impuestazo”, cuando se trataba de una readecuación de los valores de los impuestos inmobiliarios, que afectaba a un ínfimo porcentaje de los bonaerenses. Pero los diputados y senadores de la oposición estaban preocupados y se negaban a votar en la legislatura el “adefesio” de Kicillof. Los medios alertaban acerca del peligro que esa ley representaba para el bolsillo de todos los bonaerenses de a pie. Las señoras estaban alarmadas en las verdulerías, preguntándose de qué modo las afectaría aquel “impuestazo”. Respecto del asunto, el mandatario afirmó: “Disfrazar esto de impuestazo cuando recaudábamos lo mismo que María Eugenia Vidal es el impuestazo más triste del mundo. En cuatro años (a los medios adeptos al anterior oficialismo) no se les movió un músculo de la cara cuando venían aumentos de luz del 2000%. No es chicana. Y ahora están rasgándose las vestiduras porque estamos rescatando a los sectores del desastre que ocurrió en la Argentina”.

Algo similar sucedió hace pocos días, con el vencimiento de los 25 millones de dólares con que Vidal se había comprometido el 26 de enero. Veinticinco millones en moneda extranjera a un mes de terminar su mandato. Una pesada herencia, sin dudas. Y los tenedores sí. Y los tenedores no. Indecisos respecto de si debían ceñirse o no a la oferta de la provincia. Finalmente ganó el no, como se sabe. Los tenedores no aceptaron la prórroga que el gobierno de la provincia había ofrecido incluso cuando no postulaba ninguna quita sino tan solo un aplazamiento. Y es sintomática de la mala intención de los medios hegemónicos la placa roja de cierto canal de televisión que declaraba el default como con concupiscencia, apenas iniciada la conferencia del gobernador. “Kicillof declara el default”, manifestaban. Extraño default aquel que resulta en el pago contante y sonante de las deudas en tiempo y forma. Y al día siguiente de la declaración del pago, ¿cuántas veces nos ha tocado leer u oír un tuit de cierto político opositor que rezaba que la plata estaba, “chinwenwencha”? Es decir que el default hubiera sido un fracaso, pero el pago es un acto de hipocresía o peor, una capitulación.

El asunto educativo es otro ejemplo. Luego de defender a un gobierno que derogó la paritaria docente por decreto —al que se le voló una escuela por los aires, acabando con la vida de dos trabajadores de la educación—, hemos asistido al espectáculo del desgarramiento de innumerables vestiduras ante la mentira de la supuesta suspensión del aumento que estaban pactados para el corriente mes. Y otra vez debe salir Kicillof a defenderse solo, hombre orquesta que gobierna y comunica: “La idea es que los docentes no pierdan con la inflación”, declaró. “No voy a hablar de tragedias ni golpes bajos, pero relevamos 750 escuelas que no estaban en condiciones de empezar las clases. Empezó el plan para que puedan iniciar las clases en marzo, cosa que no venía pasando porque había muchas escuelas cerradas por esta cuestión”, contó el mandatario. En lo que a los salarios de los docentes respecta, explicó que “cobrarán ahora con el aumento. La idea es que no pierdan con la inflación”. Sin embargo, todos tenemos algún pariente que está despotricando sobre el congelamiento de los salarios. En la era de la posverdad, no hay hechos. Solo hay interpretaciones.

Pero el peligro de un hombre como Axel Kicillof reside en su capacidad para rearmarse. A pesar de la guerra mediática, permanece firme y su gestión no parece tener fisuras. A pesar de los embates ha sido capaz de honrar deudas de dudosa legitimidad sin comprometer salarios y sin solicitar el salvataje del gobierno nacional. Diseñó un plan de reactivación de las pequeñas y medianas empresas urbanas y rurales, comerciales y productivas que podría ser la llave para movilizar la economía que Macri y Vidal dejaron en “terapia intensiva”, como la describió el presidente Fernández. Le ganó la pulseada a Jorge Macri por el “atornillamiento” en el grupo Bapro y su imagen positiva sigue en ascenso. Atendiendo a la máxima de que gobernar es crear trabajo, parece ser más que el marxista que lo acusan de ser y el keynesiano que algunos suponen, un peronista con mucha proyección. Dogmático, didáctico. Un tipo peligroso, un verdadero “kuko”. El tipo al que todos los poderosos quieren arruinar. El modelo de gestión provincial más fuerte del oficialismo, el mayor aliado y tractor de Fernández. El niño mimado de Cristina. Y, quién sabe, ¿el sucesor con K?

MARCO ANTONIO LEIVA
IDENTIDAD PERONISTA
MAR DEL PLATA

Elaborada para https://www.latecla.info/5/107751-todos-contra-axel