Por Natalia Muñoz

A veces es el ángulo, otras es la luz y el contraste, siempre es el momento justo. El trabajo del reportero gráfico es sigiloso y sorprendente, tanto que hasta se han creado películas de superhéroes alrededor de la tarea de quien cuenta y completa historias con fotos. Con la excusa del Día del Reportero Gráfico, desde MdpYa hablamos con Mauro Rizzi, autor de imágenes que son parte de la historia argentina, de la idiosincrasia marplatense, del periodismo en los grandes medios de nuestro país. “Ojo, alerta y corazón. Sin corazón, sin ojo y sin dedo, no sos fotógrafo”, sintetizó en nuestra charla. 

“Soy reportero gráfico hace 38 años”, se presenta Mauro y cuenta cómo fue la aventura de ser estudiante avanzado de veterinaria, a apostar a un proyecto propio y familiar y mudarse a Canadá, donde pudo comprar su primera cámara. “Empecé a boludear y un día me animé y presenté un portfolio de deportes”, dijo sobre los inicios de su carrera. “Lo presenté en un medio y me contrataron para cubrir una carrera de Fórmula 1 en Montreal”. De película.

Es sabido que la fotografía tiene muchas vertientes, pero Mauro siempre supo que lo suyo iba de la mano del periodismo: “me gusta narrar, contar historias. Visibilizar a los que no se ven tanto me interesa mucho”. Agradece porque le sucede cada día. “No hay que irse muy lejos para mostrar la realidad”, dice.

“Esto no va más”

Con su experiencia de casi cuatro décadas como trabajador de la fotografía periodística, Mauro Rizzi ha pasado por los grandes cambios de la tecnología y de las dinámicas en los medios de comunicación. Conoce que hay lógicas que caducaron y entiende que quedarse estanco no es opción. También entiende que el conocimiento se comparte, y es lo que elige hacer cada vez que le piden un consejo, un tip, un guiño para comenzar en la tarea de ser reportero gráfico.

“Siempre con la verdad. He quedado mal, me ha pasado con chicos de decirles ‘esto no va más, los medios ya no pagan, los medios ya no hacen lo que hacían'”, recuerda Mauro mientras se revuelve la cabeza, gesto que repite cada vez que apela a alguna anécdota.

Para él, la frase ‘ramal que para, ramal que cierra’ aplica para su tarea hoy. Es que con los desarrollos tecnológicos que permiten que casi todas las personas con celular posean una cámara, mezclado con la estrategia de los medios que piden fotos a sus seguidores, virtualmente cada ciudadano tiene la posibilidad de hacer lo que hacen él y tantos más. No es justo, no es agradable, y por supuesto no tiene la misma calidad que la de un profesional. Pero que los hay, los hay. 

Rápidamente aclara: “no te vas a morir de hambre, hay que buscarla por otro lado”. Reconoce que su historia, la de quien armó una carpeta con producciones propias y la llevó a una redacción que finalmente le dio su primer trabajo, no tendría lugar en nuestra actualidad.

“No es más tal como lo conocíamos, pero la cámara de fotos siempre es una salida laboral. Siempre vas a poder contar una historia si queres y si sabes contar, si tenes algo adentro para contar. Sino tenes nada adentro, estás frito”, salva y agrega: “Hoy hay que generar es contenidos y saber venderlos, esos son mis consejos”.

Una profesión muy humana

“Primero un ojo, alerta y un corazón. Sin corazón, sin ojo y sin dedo, no sos fotógrafo. Y tenes que tener un background y algo para contar”, enumera sobre los musts de un reportero gráfico. Mil veces le pidieron a Mauro Rizzi consejos para ser un buen fotógrafo periodístico. Sus palabras suelen ser sinónimos de esto que nos contó.

“La fotografía no es solamente linda luz, la fotografía, por lo menos en la parte periodística, tiene que decir algo”, analiza. “Primero, tenes que estar enamorado de esto, sino no podes laburar. Nadie trabaja de periodista o reportero gráfico por plata”, dice, mientras entrevistado y redactora asentimos con la cabeza.

“No pasa por ahí, va por otro lado”, empieza. Se acomoda los lentes y se le ve la adrenalina: “Hay que tener ganas de contar, de meter los pies en el barro, de meterse en una inundación, de hacer primero la foto y después ayudar a correr a unos tipos, de sentarse a hablar con alguien después de que le hiciste una foto y preguntarle si está bien”.

“Esta es una profesión muy humana, donde perdes la humanidad, perdes el ojo”, resume. 

Sus fotos

Mauro Rizzi compartió con MdpYa una selección de sus producciones. Distribuidas a lo largo de esta nota, el conjunto de fotos fue elegido de manera azarosa, dice, pero hay un común denominador: “Mar del Plata es una cosa así”. 

“Son fotos que me parecen simpáticas y que cuentan desde la simpleza”, argumenta. También repasa que bien podría haber elegido imágenes de su trabajo en Venezuela durante el éxodo, o de su paso por las Islas Malvinas: “Me parece que desde la simpleza uno cuenta historias”. 


“La playa es un lugar muy rico que te entrega todo el tiempo material y te muestra un poco la forma de vida de los argentinos, como somos. Esa mujer cruzando el Operativo Sol. Había una formación militar, todos con armas, y su arma era su reposera. Se tuvieron que correr, ella pasó”, relata.

“Después, las situaciones simpáticas en el agua las vemos todo el tiempo. El surfer es parte de nuestra idiosincrasia. Esa imagen es simple pero con una ola que le rompe en la cara. Yo surfeaba, y el surf es uno de los deportes más lindos, porque tenes que entregarte a la naturaleza. Si el mar dice que no, vos no entras, y el mar le estaba diciendo que no a ese pibe: ‘no vas a entrar, papá’. ¡Y no entró!”, ríe. 

“A mi me gusta siempre que haya un chiste”, cuenta sobre su técnica. “Que la imagen te saque una sonrisa, o te genere algo. Si no te genera nada, no te da para hablar, para mí es imagen vacía“.

No se olviden de Cabezas

A José Luis no lo conocí. Él trabajaba en Perfil. Éramos, si queres, competencia en la temporada, pero el siempre cubrió Pinamar. Si lo crucé, lo crucé una vez”, repasa. Cada 25 de enero, el calendario dice “Día del Reportero Gráfico”, en memoria al trabajo y al asesinato de José Luis Cabezas. En el verano de 1997, cuando lo mataron, Mauro se instaló en Dolores para hacer la cobertura de la investigación. Cuenta Rizzi que por dos años su prioridad fue ese trabajo, tanto que no volvía a su casa, tanto que se separó.

En palabras de Mauro: “En el año ’97, cuando sucedió lo que sucedió, yo trabajaba en ese momento en La Razón y en Gente. Salimos volando, terminamos en la comisaría, y de ahí fueron casi dos años ininterrumpidos que no volví a casa y cubría el caso Cabezas en Dolores. Iba y venía a cambiar ropa. Ahí me llaman de La Nación para que empiece a trabajar con ellos”. Ya lleva 28 años en ese diario. 

“Esos años fueron muy intensos. Yo vivía en un hotel de Dolores. Fueron dos años yendo y viniendo a Castelli, a Dolores, haciendo La Costa, yendo a la cava manejando. Era una adrenalina. Era una locura: guardias, declaraciones, Prellezo, Pepita ‘La Pistolera’, venir a Mar del Plata a los allanamientos, volver a Dolores”, dice, otra vez, mientras se mueve el pelo para acá y para allá.

¿Cómo se hace para cubrir tanto tiempo la investigación por el asesinato de un hombre al que mataron por ser, precisamente, reportero gráfico? “La cabeza tenes que tenerla fría. Más allá de los sentimientos, tenes que tener mucha frialdad. Y hay mucha gente, por ejemplo de Perfil, que sí estaba más involucrada porque eran compañeros y habían convivido con el. Había mucha gente sufriendo. Estaba (Gabriel) Michi que hasta se tuvo que ir del país. Hubo mucha locura. Uno lo ve después“, explica Mauro Rizzi a este medio.

“También fue duro para mi y para mi familia. Terminé separándome. Nunca dudé en dejar el caso. Me quise quedar, ese fue mi compromiso“, recuerda y se acomoda en su silla. Es eso de la pasión por narrar que contó antes.

Cuando terminó el caso, volvió a Mar del Plata.

Sobre el crimen en sí mismo, para Mauro “nunca tendría que haber sucedido. No puedo creer que ocurran estas cosas en democracia. Yo sigo sin poder creer que esto suceda, y sucede. Hoy termina siendo casi un caso más, porque sino seguimos jodiendo con ‘no se olviden de Cabezas‘, hay gente que no sabe ni quien es”.

No se olviden de Cabezas.