Ahora que los teatros están abriendo las puertas con todo el impulso de recuperar el aforo completo, que las compañías se están animando a encarar giras con más integrantes. Ahora que estamos vacunados y con menos miedo de que se nos siente alguien en el asiento de junto. Ahora es el momento para una temporada teatral donde no quede un sitio sin teatro, música, danza. Un verano donde las calles estén repletas de ofertas de espectáculos diversos, para todos los gustos y todas las intenciones. Para degustar, sentir, divertirse, reír, o para lo que usted quiera que sea. Música para cantar con otros, música para enamorarse. La oferta cultural tiene que volver a ser el centro del verano de esta ciudad. De estas plazas y de estas calles.

 “Los otros hombres en Eva” es uno de los espectáculos que vuelve, y es esta la historia del cuerpo de una mujer. La historia de la obsesión por una mujer y por su cuerpo. La historia de las marcas que esa obsesión dejó en los hombres que sólo pudieron marcar el cuerpo, porque la mujer se les escapaba de las manos. La historia de la obsesión de quienes no pudieron conjurar el poder que sostenía una sola mujer, aunque su cuerpo estuviera inerte. Es la historia de lo que no podían entender ni soportar quienes tuvieron en sus manos el cadáver de Evita.

Porque el poder de Eva no se extinguía, y lo único que les quedaba era tratar de borrar el rastro. Creían que si no había señales de ella quizá se les fuera del centro de la cabeza, de ese sitio inalcanzable de donde no podían sacarla.  Los otros hombres en Eva también es la historia de esos hombres que tampoco podían soltarla, ni viva ni muerta.

El actor – Martín Rosso- está en escena solo. Quizá valga la metáfora porque están con él todos los personajes que interpretará, y esperan su turno para tomar la voz. Todos los hombres que se aferraron a la mujer ilimitada.

La obra declara su código de entrada: usted sabe a qué fue, y deberá brindar por eso. Usted fue a enterarse o a acordarse de esto que pasó en el cuerpo de ella y en la cabeza de ellos. Entréguese a escuchar. Va a oír la voz de Eva y va a ver su perfil iluminado, para que no se pierda la oportunidad de ver el teatro sosteniendo la vida misma y registrando lo que le pasó a un pueblo entero.

Después del derrocamiento, sabemos que el cadáver de Evita fue robado del edificio de la CGT, por órdenes de Aramburu. Nos dicen que fue un comando de marinos al mando del teniente coronel Carlos de Moori Koening. La tuvieron en diferentes puntos de la ciudad de Buenos Aires para no levantar sospechas, pero -según se dice- tal fue la paranoia de los secuestradores y de Moori Koenig mismo, que una noche mataron a una mujer embarazada creyéndola un comando peronista que pretendía recuperar el cadáver. O quizá creyendo que era Eva, quién sabe.

Los tres monólogos circulan en torno a este periplo demencial. Son ellos “El transportador” (adaptación de “El rey del pantano“ de Marcelo Marán) en el que habla el coronel Carlos Eugenio Moori Koenig que ocultó el cadáver durante nueve meses por la ciudad de Buenos Aires. “El dictador” (adaptación de “Como quien cuida algo que no es propio” de Juan Pablo Santilli: en el que habla el general Pedro Eugenio Aramburu, secuestrado y ejecutado por Montoneros. Y “El embalsamador” (adaptación de “Definitivamente incorruptible” de Roxana Aramburu), en el que habla el anatomista Pedro Ara, que trabaja con la técnica de parafinación para la conservación del cadáver de Eva.

Un espectáculo que respira profundo, y habla con serenidad de lo inevitable, siguiendo la dirección de Juan Rosso. No hay modo de evitar que este pedazo doloroso de la historia nos siga pasando en un eterno presente, pero hay maneras de impedir que sea sumido en el silencio. Por eso el ritual y por eso la misa peronista. Porque hay que beber el vino y repetir la palabra, para que una vez más sea posible la consagración. Y el cuerpo aparezca.

Será en El Séptimo Fuego, el viernes 3 a las 21: 30. Reservas al 495-9574 o por redes del Centro Cultural.

Adriana Derosa