A medida que avanza la pandemia en todo el planeta muchos actores de la política, empresarios y hombres de las finanzas van sincerando sus posturas.

Para aquellos que sostuvieron hasta hace días nomás que este flagelo traería un nuevo orden mundial, los que pensaron, y hasta sintieron, que caminábamos hacia un escenario más justo, igualitario, con más derechos para los humildes y que el rol de la educación y la salud en el Estado dejaría una gran enseñanza por la importancia que tomó en todos los países sin distinción de ideologías (algunos por convicción, otros para dar una respuesta urgente) y van tomando conciencia que el mundo será igual o peor que antes de la enfermedad.

Hasta algunos sociólogos sostenían que el virus era lo más socializante que se había generado desde una centuria hasta el presente. Nos ponía a todos en un plano de igualdad. “La enfermedad no distingue clases sociales”, dicen.

Pero la realidad es contundente. El virus no es para todos igual. Nos podemos enfermar de la misma manera, pero las condiciones previas a contagiarnos sigue siendo tanto o más desiguales que hace meses.

No es lo mismo la probabilidad de contagiarnos en barrios con cloacas, agua, luz, servicio de barrido y limpieza, asfalto, que miles de barrios en donde la presencia de esos servicios es simplemente una ilusión.
#QuedateEntuCasa fue la consigna inicial.

Pegó y todos comprendimos lo que había que hacer. Pero quedarse en casa en muchos barrios significa estar en un ambiente, conviviendo con cinco o más familiares, con baños compartidos con otras habitaciones, sin agua y caminando “calles” que son pasillos de cerca de un metro de ancho. Hubo que cambiar a #QuedateEnElBarrio en muchos barrios populares de nuestro país. Nada más desigual que lo aquí mencionado.

Ni hablar de tener que ser internado teniendo una prepaga de $ 15.000 o más o tener que ir adonde nos deriven. No es lo mismo. A pesar del esfuerzo sobrenatural de todo el personal sanitario del sistema público devastado durante años y sin recursos e insumos necesarios (corriendo contra reloj para no quedar desbordados, en nuestro país como en Chile, Inglaterra o Japón).

No hay país que pueda atender a toda su población ante semejante catástrofe y sean los países gobernados por fuerzas políticas de las ideologías que fueran.

Todas las fuerzas de derecha (aquellas que privilegian la producción, distribución, comercialización y consumo en escala por sobre la vida misma) fogonean estando en el gobierno o en la oposición. Quienes están en el gobierno formando parte de ese pensamiento permiten aperturas y niegan aislamientos, independientemente de las muertes que se van produciendo a diario considerando a estas como daños colaterales ya que la maquinaria debe ponerse en marcha y las utilidades y ganancias deben recuperarse con rapidez.

Aquellos que ocupan el lugar de oposición unidos a los medios hegemónicos critican con virulencia a los gobiernos que cuidan a su población e imponen aislamientos. “Hay que abrir todo”, “necesitamos trabajar”.

¿Quién no? Somos muchos los que compartimos estas premisas sin ninguna ayuda del Estado como le pasa a comerciantes, independientes y demás actores de la economía formal e informal. Pero priorizamos, a pesar de las pérdidas que sufrimos a diario, la VIDA por sobre cualquier aspecto.

Tanto desde la salud como desde la economía las respuestas dadas por parte de los ciudadanos reafirman nuestra postura de llevar tranquilidad: no viene ningún socialismo. A no asustarse. Vendrán nuevos mecanismo de ajuste, precarización, despidos, cambios de leyes laborales a favor de los sectores patronales…lo que viene es peor de los que teníamos.
Bien, habiendo repasado el escenario desde la salud y lo económico no quedan dudas de lo que se avecina.

En los barrios empobrecidos (no pobres, ya que no tuvieron las herramientas necesarias para ser pobres, se los envió directamente allí en forma compulsiva) se respeta más la cuarentena que en otros sectores. Con hambre, yendo a comedores y merenderos, pudiendo hacer una comida diaria…se cuidan. Se protegen y contienen entre ellos. Dieron respuesta rápida las organizaciones sociales y el armado de comités de emergencia y la puesta en marcha de los mismos palió parte de la crisis en nuestro territorio.

Desde el gobierno nacional se respondió, aún con errores y desaciertos, de la misma manera. La consigna fue y es clara: cuidarnos y cuidar al prójimo.

Al mismo tiempo se observan violaciones a la cuarentena que, aunque en algunos casos parezcan hasta simpáticas, no dejan de ser un llamado de atención a la hora de observar comportamientos de nuestra gente:

-Se esconde en un baúl para escapar de un control y romper el aislamiento.

Denuncia a su vecino por posible contagio, siendo éste un profesional de la salud, a quienes aplaude todas las noches a las 21hs, pero mejor… que se mude

-Entre varios, en un grupal que tienen de una aplicación en sus celulares ya tomaron una decisión: le dejaron a la enfermera en el ascensor un cartel: “Mejor ándate a contagiar a otro lado, acá no te queremos”

-Empresarios se anotan en un plan que lanza el gobierno para ayudar al sector en donde se les pagará el 50% del salario. Luego del cobro, despiden empleados.

-Empresarios pasan la lista para poder percibir ese dinero del estado e incluyen a sus CEOS, quienes también cobran del gobierno el plan de asistencia a empresas.

En los últimos dos ejemplos es en donde más se ha dado el querer escapar a barrios cerrados con el fin de pasar la cuarentena, denunciando al gobierno que “quiere destruir la economía” o “vive alimentando planeros” mientras cobran del mismo gobierno que denuncian y alimentan con sus pensamientos, acciones y palabras que estas medidas no sirven, que se debería hacer como en…(acá dejamos un espacio para que cada uno pueda ubicarse en el lugar del planeta que quiera, ya que en ninguno se obtuvo resultados llamativos).

Las grandes corporaciones y oligopolios, por su parte, contribuyen y en cuanto pueden remarcan precios ante un estado que tiene que contener desde lo sanitario, negociar la deuda externa, no cobrar por impuestos y posponer vencimientos de los mismos. Se aprovechan de este, como tantos otros, para hacer crecer sus ganancias.

Ejemplos como alimentos (rubro sumamente concentrado en pocas manos en nuestro país), servicios de telefonía, prepagas, entre otros, registraron importantes subas, en muchos casos, inexplicables: la distribución de productos es terrestre y están congeladas las tarifas, tuvieron excepciones a la hora de pagar peaje, congelados los montos de servicios como agua, luz y gas y, además, no se registraron sumas siderales de aumentos a empleados (argumento muy usado aquí y en el resto del planeta para estas formas de pensar y vivir: la variable “desestabilizadora son los salarios”).No pueden justificar los aumentos que realizaron. Pero aumentaron.

Como siempre en la historia de nuestro país, los sectores medios bajos (y todos aquellos que por conciencia quisieron sumarse) implementaron, trabajaron a destajo y acercaron soluciones a los graves problemas que se viven en numerosos barrios. Como siempre, los sectores más cercanos a un status de vida alto discriminaron, pidieron libertad, invocaron la Constitución para caminar más cuadras de lo permitido y, por último, sostienen que los gobernantes se “enamoraron” de la enfermedad para hacer lo que quieren.

Por último, el proyecto de ley para cobrar un impuesto por única vez a los que más tienen encuentra grandes resistencias.

En la mayoría de los medios salen a decir los “especialistas” que es una locura y argumentan sosteniendo que Argentina es el único país que lo impulsa y es el que más tributos tiene. Suecia, Alemania, Noruega, por solo nombrar algunos no lo discuten desde hace años. Ya está implementado. Sobre la gran cantidad de impuestos, se podría decir que varios de ellos favorecen a los sectores concentradores de la economía ya que se aplican sobre el consumo, por lo tanto, paga lo mismo en porcentajes un obrero de una pyme por una leche que Paolo Rocca. Esto sí es único en el mundo. Impuestos que en lugar de ser progresivos son altamente recesivos. Pero nadie lo dice.

No conviene, ya que el que más tiene “dibuja” sus números para pagar menos; el obrero de la pyme, simplemente paga.

Gobiernos, oposiciones, sectores de la sociedad piden a gritos (y cuando pueden resuelven en consecuencia) la apertura total de la economía, retomar el camino con rapidez, no perder más tiempo.

Se vienen tiempos en donde muchas de las expresiones miserables enumeradas se verán potenciadas. En paralelo, millones de argentinas y argentinos hacen y dan todo por salvar vidas, reconstruyen el sistema de salud, trabajan en él con las carencias existentes, ayudan desde lo social en sus barrios, escuelas, comedores, merenderos. No alcanza, pero siguen con firmeza asistiendo y colaborando.

En el futuro inmediato, para tranquilidad de quienes se atemorizan con la posibilidad de que esta maldita epidemia nos lleve al socialismo, existen certezas en conductas humanas indicando que no hay porque alarmarse. Todo seguirá igual o peor.

Pero deberían sí preocuparse por ese enorme tejido social que se fue armando para paliar la crisis y que, tras el final de la misma, pedirá respuestas. Se las han ganado.

Redacción mdpYA