En los últimos años se repiten con demasiada asiduidad las noticias de trágicos accidentes viales protagonizados por policías a bordo de sus patrulleros.

Así se vio el reciente caso de un policía federal que atropelló a dos peatones que se desplazaban por la calzada de la autopista, en Hudson. También en la provincia de Buenos Aires, dos efectivos de la policía bonaerense fallecieron al incrustar su vehículo particular en un semirremolque que se encontraba detenido en una calle de la localidad de Pablo Podestá. Hechos similares se verifican en otros distritos.

Hay un dato muy relevante que puede arrojar una dramática luz sobre estos hechos. Lo proporcionó un informe de la asociación civil Luchemos por la Vida, tras realizar un estudio y seguimiento sobre el uso del cinturón de seguridad en la ciudad de Buenos Aires. Cuesta creerlo, pero de allí surge que tan solo el 2% de los policías y gendarmes emplea el cinturón de seguridad en los patrulleros, pese a que es un elemento esencial para la protección de la vida, que ellos arriesgan también en el tránsito todos los días.

Según la última medición, llevada a cabo por la citada organización de la sociedad civil entre julio y agosto del año pasado, después de los guardianes del orden, quienes menos emplean el cinturón de seguridad son los conductores de ambulancias: solo el 35% lo utiliza. Los números no dejan de ser negativos para el común de los automovilistas: se detectó que el 62% de los conductores particulares y el 60% de sus acompañantes lo emplean. Entre los taxistas, el porcentaje que lo lleva asciende al 65%.

Pero sin dudas el dato más sorprendente y negativo del estudio es que quienes deben fiscalizar que los ciudadanos que conducen lo hagan con el cinturón de seguridad colocado, no lo emplean, con el agravante de que, en casos de emergencia o cuando son convocados con urgencia, deben circular por las calles a altas velocidades.

Esta grave falencia solo puede imputarse, por un lado, a serias deficiencias en la capacitación de los agentes policiales y, por el otro lado, a la falta de supervisión en la calle ejercida por las propias autoridades. A menos, claro, que para estas el empleo del cinturón, de probada eficacia en casos de choques y vuelcos, tampoco sea prioritario.

Es bueno aclarar, además, que la ley de tránsito no hace ninguna excepción respecto de los efectivos policiales en cuanto a la obligatoriedad de usar el cinturón de seguridad.

Un policía sueco fue interrogado por el presidente de Luchemos por la Vida sobre por qué usaba el cinturón de seguridad, y aquel contestó: “Primero, porque es la ley y somos los primeros que debemos cumplirla. Segundo, porque corremos muchos riesgos y el cinturón nos protege. Por último, porque de no usarlo, no tendríamos autoridad moral para multar a un infractor”.

De los agentes policiales se espera que sean los primeros en acatar las normas.

Las cifras de muertos en la vía pública revelan que las campañas de concientización acerca del uso del cinturón de seguridad a la población no deben discontinuarse. Cuando esa exigencia entró en vigor, el uso de ese protector había crecido porcentualmente de manera muy importante. Con el tiempo, esa mejora se fue revirtiendo.

Es hora de volver a educar. No se trata solo de hacer multas, muchas de las cuales solo persiguen un mero fin recaudatorio, sino de trabajar en serio para evitar que haya más muertes.

Luchemos por la Vida