Por Lara E. Franco – Periodista de Mar del Plata.

El domingo entraron a mi casa los dueños de lo ajeno. Como comunicadora, escribo a diario sobre hechos de inseguridad en Mar del Plata y en el país, sin embargo cuando le toca a uno, la situación se pone difícil.

No quiero entrar a paniquear a la gente. Tampoco quiero hacer una catarsis que apunte al “hay que matar a todos”, porque no tengo ese pensamiento. La persona que ingresó a mi hogar se llevó primero camperas y zapatillas, en segundo lugar, estaba por sacar un televisor y una computadora, que no logró llevarse porque justo llegamos a la vivienda.

Intuyo que quiso apostar a un trueque sin negociación previa, porque dejó en mi habitación sus zapatillas, a cambio de 4 pares que se llevó.

Se llevó otras cositas también, entre ellas, un protector solar factor 40 (que por cierto, que caros que están). Parece que estoy haciendo un repaso de lo ocurrido, pero también, quiero poner sobre la mesa las siguientes cuestiones y prioridades que tuvo esta persona: un hombre joven ingresó a una vivienda para llevarse primero ropa, zapatillas, perfumes y un protector solar, entre otras cosas. 

  • Hablé con varias personas sobre esto y muchas coincidieron en lo siguiente: si te roban en la calle, después te da miedo andar por la vía publica, y si te roban en tu casa, después te da una sensación de nerviosísimo y paranoia ante cualquier ruido que se percibas, durante el día o la noche.

Cuando vino la policía registró mi casa y también los alrededores, allí nos dimos cuenta que habían hecho de las suyas también en la casa de planta baja. Los vecinos nos reunimos, todos paranoiqueados, a hablar sobre lo ocurrido. Uno dijo que iba a extender su cerco eléctrico, otra persona que iba a poner alambre de púas, otro planteó la posibilidad de estar armados … y yo, en medio del debate, no podía ni siquiera pensar. Vino la policía y me preguntó “de qué marca eran las zapatillas que se habían llevado”, y yo, que las usaba a diario, no supe ni siquiera que zapatillas tenía.

Nos vamos encerrando, dejando la vía publica en horarios precisos, porque se que en mi barrio de Mar del Plata, andar por ciertas horas es “tierra de nadie”. Hoy padezco estar sola en mi casa, escucho un ruido y estoy alerta, porque los dueños de lo ajeno metieron la mano hasta en mi cajón de bombachas.

Venimos de años muy duros y la pobreza se nota. Los cajeros automáticos se llenan de gente por las noches que buscan dormir en un lugar con techo, los comedores barriales se llenan de gente de los propios barrios, y también de otras zonas que llegan en bicicleta o colectivo a buscar una vianda.

A diario se roban autos, ruedas y casas. Hay choreos en las calles que producen muertes innecesarias, hay droga, hay mucha droga. Hay miedo, hay personas con mucho miedo que ponen alarmas, que tienen armas y están esperando el golpe para sacar a relucir un pedazo de fierro que las hace sentir seguras.

¿A donde vamos? Pregunto como comunicadora, como observadora de la situación, y me preocupa. Porque si mis vecinos quieren buscar armas, porque uno o dos tipos se metieron de patio en patio y llegaron hasta mi casa, porque hay personas que dejan la vía publica por temor al choreo, porque el mundo se endurece y los discursos de odio avanzan. ¿A dónde vamos?