Por Lara Franco.

No quiero entrar en una paranoica colectiva, pero es que la realidad está costando.

El sábado pasado caminando por pleno centro, en Bolívar esquina San Luis, llegué a la esquina y había por lo menos 6 jóvenes alrededor de dos bicicletas atadas, uno de ellos tenía una gran pinza que no intentó esconder. Fue imposible no darme cuenta de lo que ocurría a las 20.30 de la noche.

Todos los ojos se posaron en mí, a ver qué registraba, y lo primero que me salió fue entrar al primer lugar con luz que tenía cerca, una panadería ubicada a poquitos pasos. Las chicas que estaban atendiendo me miraron fijamente y les pedí que llamaran a la policía, mientras tanto los pibes se dieron cuenta de la situación y se fueron caminando. Luego, pensé, qué miedo salir de ahí.

A la media hora fui a ver el estreno de un espectáculo y mi amiga estaba con un ataque de pánico que la había tenido toda la tarde dudando sobre si salir de su casa o no. Pasó que hace pocos días a las 7 de la mañana mientras se iba a trabajar, un hombre la violentó y le robó el celular, también en pleno centro de Mar del Plata. Hoy le da miedo salir a la calle, y es una pena pero también es una realidad.

La inseguridad está entre nosotrxs y es el resultado de la crisis social. El hambre acecha en muchas casas y la falta de empleo DIGNO se registra en cada charla. Le pregunto a mis cercanos cómo están llevando el aumento de precios y la falta de subas salariales, una gran preocupación que sacude el mundo profesional, pero aun más las clases vulnerables.

El centro está muy difícil. Conviven aquellos que van a tomar una birra o a disfrutar de algún espectáculo, quienes viven o trabajan por la zona, pero también pasea la necesidad, alerta ante el descuido o la oportunidad. Alerta ante los ojos que ven y las luces que indica la llegada de la policía.

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