Por Natalia Eliçabe (Licenciada en Economía, Maestrando Economía Política FLACSO y militante del Frente Patria Grande).

Ninguna perspectiva de pensamiento podría discutir de forma razonable el siguiente enunciado: la humanidad requiere recibir cuidado para sobrevivir.

Estos cuidados, llamados durante décadas “trabajo reproductivo” o “tareas del hogar” o “domésticas”, esconden una innumerable cantidad de actividades cotidianas y que además poseen un componente afectivo enorme: cocinar, limpiar, vestir, dar apoyo escolar, escuchar, enseñar, transportar, controlar su salud, etc.

De esta manera, cualquier política pública que atienda a esta área debe partir de la base del inmenso valor que el cuidado tiene para la sostenibilidad de la vida.

A principios de este año, el Presidente de la Nación anunció cambios en los regímenes de licencia mapaternales, de forma tal de que se amplíe la cantidad de días de licencia, se iguale la cantidad de días para madres y padres, se incluya un régimen para la adopción, y se extienda este derecho para monotributistas y autónomos.

¿Cuál es la situación hoy de las licencias?

En la actualidad existen tres regímenes: uno para el sector privado, uno para el sector público nacional y otro provincial.

En el primero, que rige la Ley de Contrato de Trabajo, se trata de 90 días para la madre- que pueden ser distribuidos como 45 días antes y luego de parir, o todos juntos; y para el padre 2 días. Sí, leíste bien. 2 días.

Para la ley provincial es igual para el personal femenino y 3 días para el masculino. Por último para el régimen nacional, son 100 días para la madre y 10 para el padre.  Ambos contemplan la adopción, mientras que la LCT no lo hace. Además, cada Convenio Colectivo de Trabajo puede tener modificaciones. En todos los casos, es el Estado mediante ANSES el que se hace cargo de las erogaciones para las licencias, lo que significa que una vez más el sector público subsidia a los privados para garantizar un derecho laboral, que así como cualquier otro- vacaciones, obra social-, debería ser garantizado por el empleador. Pareciera ser que siempre el cuidado como derecho tanto para quien recibe el cuidado, como para quien brinde ese cuidado, está en una segunda categoría. Y en una tercera categoría, el cuidado de otres que no sean hijes, como si no existiera una amplia red de cuidados que incluyen vínculos extra familiares, de amistad, comunitarios, vecinales, laborales, etc.

Fotografía: Gentileza de Pablo González

Un avance importante, y con una clara perspectiva feminista y popular, fue la sanción de la Ley N° 26.844, de Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares en 2013 que, aunque no incluye la posibilidad de excedencia (licencia sin goce de haberes) y la reducción horaria por lactancia, representa un avance importante para un sector compuesto casi en su totalidad por mujeres pobres.

Partir de diagnósticos reales para no crear “falsas realidades”

En la actualidad, contamos con los resultados de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del INDEC, realizada en 2021, cuyos resultados preliminares nos muestran las actividades que realizan las personas en un período de tiempo y cuántas horas le dedican en promedio a cada una, con diferentes desagregaciones (edad, género, regiones, nivel educativo, etc.). En este cuadro resumen podemos llevarnos una idea general:

 

Las mujeres son las que mayormente se encargan de todos los trabajos de cuidados, por esta situación también tienen menores tasas de ocupación en los trabajos remunerados, lo que lleva a que no tengan aportes para jubilarse, que no tengan obra social, que no tengan vacaciones pagas, etc. Además, la mayor proporción de estos trabajos son no remunerados.

Por otro lado, resulta fundamental dejar de pensar en familias “tipo”, heteronormadas, compuestas por madre, padre e hijes, debido a que ya cada vez son una proporción menor (37% acorde al Censo del 2010). No por esto, deja de ser fundamental el rol de las familias ampliadas, abueles, hermanes, tíes, en el cuidado de las niñeces.

Así también, existen redes de cuidados que trascienden las familiares. Estas redes están conformadas por amigues, vecines, instituciones que trabajan diversos temas, comedores, bachilleratos populares e iglesias, entre tantos otros.

Y por último, comprender que para pensar en la ampliación de derechos de este tipo, ya queda muy corta la categoría del trabajo “formal”. Según el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Renatep), hay 3.225.268 trabajadores en esta situación, que corresponde al 23,8% de la Población Económicamente Activa. Además, se trata de un sector feminizado debido a que el 57,8% son mujeres y el 42,2% varones.

Elementos fundamentales para abordar el cuidado

Partir del diagnóstico anterior es fundamental para pensar el cuidado con una perspectiva interseccional, y diseñar las leyes y las políticas públicas con dos premisas: de dónde partimos y hacia dónde vamos.

Combinar políticas de corto plazo que reconozcan que quienes cuidan son mayormente mujeres cis, con políticas de transformación de largo plazo que no perpetúen el rol de cuidadoras de ellas y se camine hacia una distribución más igualitaria entre géneros. En esta línea, es contradictorio que en el Censo Nacional sólo se les pregunte a las mujeres si habían tenido hijes.

Es preciso entonces entender la diversidad de familias que se configuran en la actualidad. Para ello, cualquier reforma de esta Ley debe contemplar la adopción, la inseminación artificial, la existencia de la maternidad y la paternidad sin una pareja y a través de otras redes de acompañamiento de las crianzas- hasta se podría contemplar que un amigx o familiar pueda recibir la licencia para acompañar esa crianza-.

Así también, debe partir de la existencia de identidades de género autopercibidas, para que efectivamente se respete la Ley de Identidad de Género. Es fundamental incorporar la categoría de cuerpos gestantes, más allá de los roles clásicos de “madre” y “padre”. Si no, las políticas como el DNI para personas no binaries, quedan aisladas de todo un marco jurídico legal para el acceso a otros derechos.

Considerando la existencia de las formas de la economía popular y social, se deben pensar alternativas para que les de abajo también puedan acceder a los derechos laborales y acceder a licencias para cuidar a hijes y familiares. Primero porque equivalen a un cuarto de la población, por lo que no hay transformaciones reales sino están contemplades en estas políticas. Pero, además, porque son quienes vienen cuidando a la comunidad más vulnerada,  sosteniendo la asistencia alimentaria desde el inicio de la pandemia.

Sin duda, es para celebrar cualquier avance de derechos para la sociedad, como es esta ampliación de licencias por maternidad y paternidad. Sin embargo, resulta fundamental poder pensar los cuidados con una perspectiva integral y de transformación, para no seguir reproduciendo las estructuras desiguales en las que vivimos. El cuidado interpersonal es uno de los caminos para construir sociedades más justas, y por eso la importancia de cuidar a les- y sobre todo, las- que cuidan.

Natalia Eliçabe

Foto portada: Gentileza de Romina Elvira