Omar De Felippe, el DT de Atlético Tucumán, a los 20 años combatió contra los ingleses en la Guerra de las Malvinas en 1982.

Era un pibe de Villa Madero, Buenos Aires, que jugaba en la tercera de Huracán y hacía pocas semanas había salido de “la colimba” (“corre, limpia, baila”, se decía del conscripto en las épocas en que había servicio militar obligatorio).

“Luego de salir de baja de la colimba, todas las noche me fui a dormir sabiendo que me iban a llamar en cualquier momento. Y tal es así que el 9 de abril, a eso de las 4:30 de la mañana, tocaron el timbre en la casa de mi vieja y dejaron una cédula de presentación. Mi vieja me despertó y me la dio llorando”, recuerda.

“En la guerra era todo muy raro. Por momentos, uno se sentía como si estuviera viendo una película. Otras veces te decías a vos mismo: “¿Qué carajo estoy haciendo acá?” Ese día, cuando nos mandaron al frente, yo iba en la segunda línea. Adelante van los fusileros y, como yo tenía la ametralladora, la MAG, que es más pesada y de más alcance, unos dos mil metros, iba unos 100, 200 metros atrás de ellos. Tirábamos por arriba. Y por arriba nuestro, los cañones de 90 milímetros, que venían atrás de todo, completando el apoyo…

Entonces los fusileros nos vinieron a buscar porque, nos dicen: “Miré, allí hay un nido de ametralladoras de los ingleses y no nos dejan avanzar, nos están haciendo pomada. Barrelos vos…” Mi compañero y yo nos preparamos, desde el principio nos habíamos puesto de acuerdo en que yo era el que tiraba, y los ametrallamos. No sé si los maté o se escaparon. No maté a nadie, que yo lo haya visto. Lo único que sé es que dejaron de tirar y seguimos avanzando. ¿Qué queres que te diga, hermano? Ojalá se hayan escapado…”
Omar De Felippe, el futbolista de las fotos de la guerra - Infobae
 
—¿Cada cuánto te acordás de que fuiste a una guerra?

—Y, te acordás. En especial cuando se cumple alguna fecha, un aniversario. Yo estoy en un grupo de WhastApp con mis compañeros que compartimos la compañía Tacuarí del Regimiento 3 de La Tablada. Seremos unos 80, 90 en el grupo y constantemente estamos al tanto de qué le pasa al otro, de darnos una mano. Siempre trato de estar. Aunque sea para escuchar. Pero sí, te acordás siempre. Hoy lo puedo vivir de otra manera.

—¿De qué manera?

—Tuve la suerte de darle forma al tema Malvinas y ubicarlo en un lugar de mi vida. Tratar de que no me afecte, al contrario, de que me fortalezca. Lo he podido canalizar para utilizarlo. No deja de ser un sentir. Y un sentir que me genera un orgullo tremendo.

—¿Hablaste con tus hijos del tema?

—Con Bianca sí, que tiene 12. Con mi hijo más chico, de 5, todavía no. Pero trato de no hablar de la guerra en sí, de lo que me tocó vivir. Yo me fijo siempre quién es el público. Cuando doy una charla, si son chicos, si son adultos, qué puedo explicar y qué no. En eso tengo mucho cuidado, por el respeto que le tengo a Malvinas. Mi hija quizá no entiende. Hay un par de libros en los que figuro y ella los 2 de abril siempre me los trae, me los muestra. Trato de hablar lo necesario.

—¿Hay cosas de aquella experiencia que no se las contaste a nadie?

—Sí. A nadie. Y me las voy a llevar conmigo.

—¿Y cómo se vive con eso?

—Ya están ubicadas en el lugar que tienen que estar y listo. Cuando volví de la guerra tuve un proceso en el que no quería hablar del tema. Estuve como 7 años así. Hay cosas que no valen la pena contar. Yo no me echo en cara nada. Pasamos cosas muy fuertes y hay que tener en cuenta cómo lo vivió cada uno. Te doy un ejemplo: pasaron casi 40 años años y mi mamá nunca me preguntó nada de la guerra. Nada. No quiso saber nunca. Nunca, nunca, nunca. Y no me lo va a preguntar nunca, eh. Entonces lo que esa mujer ha sentido se lo va a llevar a la tumba, ¿me entendés? Verla llorar cuando me iba… ¿Sabés lo que debe ser que vengan y se lleven a tu hijo a una guerra?

—Si pudieras rebobinar la cinta, ¿irías de nuevo a Malvinas?

—Creo que sí. A pesar de todo, sí.
Atlético Tucumán y Omar De Felippe se ilusionan con el

—¿Qué recuerdo tenés del triunfo de Argentina ante Inglaterra en el Mundial 86?

—Para nosotros fue una caricia al alma ese partido, los goles de Diego. Lo miré en mi casa, con mi vieja. Habían pasado un par de años de la guerra y todavía estaba muy afectado emocionalmente. Lo disfruté tanto por dentro… En definitiva no me cambió nada, pero sentís orgullo. Fue eso, una caricia al alma.

—¿Era imposible competir contra los ingleses?
Es probable. Pero había una diferencia: el sentimiento. Esa diferencia te hace totalmente distinto. Y el sentimiento lo teníamos nosotros. Era lo único que teníamos nosotros.

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