Por Natalia Muñoz

Que el gobierno nacional de Javier Milei cortó la asistencia alimentaria en el país es sabido desde el día uno. El reclamo a la Municipalidad de General Pueyrredon por comida e insumos se mantiene activo hace tiempo, con mayor intensidad en la post pandemia, con especial énfasis para las fiestas pasadas. Desde Provincia de Buenos Aires siguen enviando mercadería, pero cada vez menos y/o de manera menos frecuente. ¿Cómo se traduce todo esto en el día a día de las y los marplatenses? Desde MdpYa hablamos con Stella Maris, coordinadora del comedor Estrellita Fugaz del barrio Libertad. 

En Paraguay al 300 está uno de los comedores que coordina el Movimiento Libres del Sur. Hasta allí fuimos para conocer cómo funcionan los miércoles, el único día que reparten viandas en la semana. “Antes eran tres días: lunes, miércoles y viernes. Pero ahora la mercadería nos da para un solo día”, dijo Stella. Ella está sentada en la mesa de su casa, que es también el comedor de la comunidad. Hace diez años abrió las puertas de su hogar para que a nadie le falte comida, pero ya no depende solo de su voluntad.

Estrellita Fugaz hoy asiste a entre 20 y 24 familias. “Cada familia tiene entre tres y cinco chicos”, contó parada junto a su cocina la mujer. Son más de cien bocas que alimentar. 

“Por la falta de alimentos y los recortes que tenemos con este gobierno, hasta la gente grande se está acercando”, lamentó la coordinadora. “Más que nada se acercan por necesidad. No tienen para el día para hacerse un plato de comida”, contó sobre jubilados y jubiladas del barrio, que van por primera vez, o vuelven luego de mucho, a pedir ayuda.

“Las mamis -yo les digo las mamis- vienen a buscar la vianda a esta hora, al mediodía”, nos contó, mientras una de las cocineras salía a recibir un envase vacío, para llenarlo con arroz y zanahoria, el menú del día, más un paquete de galletitas.

 

 

  • Son tres mujeres, incluyendo a Stella, las que cocinan cada semana. Otras mujeres también cocinan y venden prepizzas para, con lo recaudado, poder comprar algo de carne o pollo para agregar al plato del día. “La semana pasada pusimos de nuestro bolsillo para comprar pollo, unas alitas para ponerle al guiso”, contaron. La feminización de la pobreza, de los fenómenos más históricos e injustos, y este patriarcado que no se quita.

“A mi del colegio de la nena la semana pasada me dieron un aceite, un paquete de harina, un paquete de garbanzos y uno de arroz. Antes nos daban también algo de fresco, o más variedad”, dijo, antes de levantarse a poner la pava, una de las chicas que cocina. Esa es la entrega de comida que ofrece hoy la escuela provincial de su hija, una vez por mes.

“La verdad es que no alcanza. Yo cocino a la noche. Al mediodía se come si sobró algo y sino tomamos una leche”, agregó la joven.

Y antes de vociferar algo del tipo “yo cuando era chico/a” y completar la frase con alguna historia de supervivencia, pregunto: ¿Qué se puede aprender con la panza vacía? ¿En qué otra cosa se puede pensar cuando no comes desde ayer? ¿Qué docente puede hablar más alto que el ruido que está haciendo el estómago vacío? Y además, vamos, ¿solo existimos para sobrevivir a duras penas? Por cierto, ¿qué tipo de satisfacción rancia provoca limitar al otro a la lucha ardua y constante por suplir lo más básico para existir y lograr el bienestar de los propios?

Volvamos.

Luz y gas

“La luz es la luz de mi casa. La pago yo, por ahora puedo”, compartió Stella Maris. Al momento de hacer imágenes me ofreció prender las luces de la cocina para que se viera mejor. “Ahora que ya tengo las teclas las vamos a usar”, se rió.

El gas es un tema aparte. Abajo de su mesada tiene una garrafa de 10 kg. Es la que usa para alimentar las hornallas sobre las que pone las ollas. “Hoy la carga está entre 8 y 9 mil pesos en el barrio, y una garrafa me dura entre 17 y 20 días”, calculó la coordinadora de Estrellita Fugaz.

“Antes el Municipio nos ayudaba. Con la pandemia surgieron los CBE (Comité Barrial de Emergencia) y nos dieron una garrafa a cada comedor y nos entregaban mercadería cada tanto”, recordó. Esa asistencia se terminó con la pandemia.

Al respecto, en el Informe Barrial de Precios (IBP) que releva y difunde mensualmente el Instituto de Investigación Social Económica y Política Ciudadana (ISEPCI), su director local, Rodrigo Blanco, expuso:

  • “En el mes de enero en Mar del Plata y Batán la carga de la garrafa de 10Kg de gas envasado tuvo un valor promedio de $8465, con precios que oscilan entre los $6000 y los $12.900. Si tomamos el relevamiento de julio del año pasado, cuando el precio de carga promedio era de $2310, tenemos en tan solo medio año un incremento del 266%. Genera mucha preocupación este incremento descontrolado de cara al invierno, cuando el consumo de gas aumenta fuertemente”.

Cómo ayudar

Con la crisis, las donaciones individuales también se terminaron. Las y los vecinos ya no pasan a entregar los alimentos que les sobran, porque ya nada sobra.

“También nos ayudaban las iglesias evangélicas del barrio, pero ahora lo poco que reciben lo reparten entre ellos”, lamentó Stella.

“A nosotros nos sirve la verdura, más que nada la verdura: cebolla, morrón, zanahoria, papa. Hoy en día eso ya no lo tenemos”, enumeró.

Para colaborar con el comedor Estrellita Fugaz del barrio Libertad con este u otro tipo de alimentos, comunicarse al 223 5 867689.