Carlos Cullen y Nora Bustos conversan sobre filosofía y educación desde Nuestra América y sus aportes para pensar el mundo actual.
Conversamos con el filósofo Carlos Cullen sobre su participación en la Filosofía de la Liberación y su compromiso con la Filosofía de la Educación. Recorrimos su vida y obra, como filósofo militante y representante de una filosofía desde Nuestra América. Analizamos la realidad actual y vislumbramos que ese proyecto filosófico del que formó parte en los años 70 sigue teniendo fuerza y vigencia. Lo consultamos sobre el rol de los educadores, tan crucial en estos tiempos de incertidumbre que atravesamos y nos dejó sendos desafíos a todxs lxs que estamos involucrados en esta aventura que es la formación docente.
Carlos Cullen es Dr. en Filosofía, ha sido profesor en la Universidad de Buenos Aires y ha dirigido varios proyectos de investigación sobre temas de ética, política y educación. También son de destacar los cargos que ocupó como Director de capacitación docente y Director General de Educación en la ciudad de Buenos Aires. Actualmente es profesor en seminarios de maestría y doctorado en varias universidades del país y del extranjero. Ha participado en numerosos Congresos y Jornadas académicas y publicado artículos y libros, entre ellos Fenomenología de la crisis moral, (1978), Reflexiones desde América (1986, 1987, 2017), Crítica de las razones de educar. Temas de filosofía de la educación (1997, 2000), Perfiles ético políticos de la educación (2004), Resistir con inteligencia (2008). Sus obras son leídas y analizadas en las carreras de formación docente, ofreciendo a lxs docentes en formación un pensamiento vivo e interpelante que permite un debate continuo con lxs mismos.
Carlos Cullen y Nora Bustos
Dos grandes temas atraviesan su trayectoria filosófica. Uno es el haber sido parte del surgimiento de la Filosofía de la Liberación y el otro es la Educación en nuestro mundo actual. ¿Cómo y dónde se originó su pensamiento filosófico?
Yo creo que se originó, y lo digo con cierto orgullo, en mi escuela secundaria allá en Santa Fé. Porque tuve un muy buen profesor de Filosofía y de Lógica. Por supuesto que cuando empecé a cursar la cosa se alimentó mucho, pero empezó en la escuela secundaria.
¿Cómo fue ser parte de la filosofía de la liberación?
Eso fue una cosa muy especial porque hubo un Congreso Nacional que lo hicieron en épocas de dictadura y con varias compañeras y compañeros dijimos: -vamos a presentar nuestras ponencias. Se hizo en Alta Gracia, Córdoba y allá fuimos. Dimos nuestras ponencias pero era un clima muy feo. Una cosa pensada por la dictadura. Entonces en un momento nos reunimos y dijimos: -vamos afuera a tomar un café y ahí dijimos: – vamos a resistirnos fundando la Filosofía de la Liberación.
Lo que desencadenó esto fue que en ese momento nos llamaban los “subdesarrollados”. Y entonces nos decían – ¡tienen que desarrollarse!. El detalle era que para que nos desarrollemos nosotros se tenían que desarrollar más ellos. Y ahí surgió la tensión y la idea de que este no era un problema de ser subdesarrollado sino de ser oprimidos, de ser esclavizados. Hay que resistirse –afirmamos- y por eso liberarnos de esta hegemonía que se nos quiere imponer. Tema que está ligado obviamente al problema del colonialismo.
¿Qué vigencia tienen esos planteos?
Yo creo que esto fue tan fuerte que rápidamente se extendió y desde algunos países vecinos con gente sumamente importante fuimos formando una cosa más grande. A tal punto de que en momento en el sur de Brasil nos juntamos y decidimos darle un matiz más de Nuestra América. (Yo ya no hablo más de “Latinoamérica” sino de “Nuestra América” porque sino dejamos afuera a todos los que no son de lengua latina como los brasileros, por ejemplo.)
Hubo algunos autores, el caso de Enrique Dussel por ejemplo, que como él tenía una formación muy buena y viajaba mucho a Europa, fue difundiendo la cosa por otros lados y escribiendo mucho sobre esto. Y sacamos en ese momento una revista en donde publicábamos nuestras ideas, discutiendo con las teorías del desarrollo y planteando que en realidad éramos oprimidos.
¿Qué influencia tuvo el discurso de Perón “La hora de los pueblos” en la Filosofía de la liberación?
Tuvo influencia, sin ninguna duda. Incluso en alguno de los compañeros que formamos esto fue muy fuerte esa influencia. Y la otra cosa fuerte fue que varios tuvieron que exiliarse por la persecución militar. Pero bueno esto llevó a que se empezara a hacer fuerza en otros lugares. Yo también, veintiún viajes he hecho a México para trabajar con lo que se llama allá “La casa de la cultura del maestro mexicano” que era una especie de movimiento docente contra el Ministerio de Educación que era muy derechoso.
No era fácil. Yo cuando volví de México, vivía en un octavo piso, o sea que tenía que tomar el ascensor y un vecino me dice: ¡Escúcheme usted está metido con la Filosofía de la Liberación! Me reconoció yo no sé cómo y me dice ¡tenga cuidado! Y cuando entré a mi casa noté que habían entrado y me habían revisado y habían sacado el material de Filosofía de la Liberación que yo tenía ahí, que por suerte lo dejaron en el suelo y lo pude recuperar. Pero bueno simultáneamente fuimos armando cosas por ejemplo en vez de hablar de Filosofía de la Liberación le cambiamos el nombre por “Filosofía de la cultura”. Hacíamos lo mismo pero una manera de defendernos, de protegernos. Hasta que llegaron los concursos y empecé a dar clases en la UBA enseñando y aprendiendo como nos gusta hacer a los profesores. Y con libertad.
¿Y cómo fue que se empezó a dedicar a temas referidos a la Educación?
Mis contactos empezaron a ser fuertes con educadores y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA me dieron la cátedra de Filosofía de la Educación y ahí yo feliz me metí en eso y empecé a trabajar a fondo. Había un grupo de gente muy buena que estaban preocupados por abrir caminos, por buscar alternativas y eso me fue entusiasmando mucho. Y a partir de ahí te diría que terminé gestándome como un filósofo de la educación y de la ética.
¿Cuáles son los desafíos que enfrentamos los educadores de hoy?
Está difícil, porque se nos han sumado algunos temas. Por ejemplo ahora se nos insiste con que tenemos que enseñar “competencias”. Esa bendita palabra, que no es casual que la hayan puesto, porque es una palabra clave del mercado. Y entonces pareciera que uno se educa para quedar competente para algo y por eso también simultáneamente aumentan las frustraciones y las deserciones. Porque en vez de poner el acento en contenidos y objetivos ahora se insiste en competencias. Como que tenemos que salir a competir con los demás. Y no se les ocurre decir ¿por qué no empezamos por reconocernos unos y otros y aprender unos de otros? Que es el tema más de fondo.
¿Qué pueden aportar sus ideas para pensar el mundo actual?
Yo creo que empezar por animarnos a “resistir con inteligencia responsable” -yo tengo un artículo con ese nombre-. No creer que hay un pensamiento único, que las cosas se nos imponen, sino que somos capaces de ir encontrando alternativas. Y me parece que el campo educativo es particularmente importante para esto. Porque de alguna forma, lo que podemos hacer en educación es abrir caminos, es justamente mostrar que no está todo dicho, que hay muchas cosas más, que podemos aprender los unos de los otros.
En los años 80 apareció en Estados Unidos la idea de “multiculturalismo”, es decir por primera vez reconocieron que hay muchas culturas, no que la única cultura era la de ellos y los demás eran todos salvajes. Pero nosotros entramos a decir: no es meramente reconocer que hay muchas culturas, sino que desafío es la “interculturalidad”. Aprender los unos de los otros. Cosas que se dicen fácil, pero que son la clave de la cosa. Y yo creo que nosotros los docentes también tenemos que tener fuerte esto en la cabeza. Cuando enseñamos, aprendemos. Y el alumno cuando aprende, enseña. Y esto me parece que es muy rico si lo trabajamos bien y nos abre perspectivas. Una cosa que uno observa cuando mira con atención es que está habiendo experiencias muy interesantes que tratan de, justamente resistiendo la hegemonía de un solo modelo, buscar otros. Yo doy muchos posgrados en educación y escuchar lo que están haciendo en escuelas, en barrios vulnerables y cosas por el estilo, a mí me da una fuerza para decirles: ¡Vamos! ¡Arriba! ¡Son un camino alternativo!
Esto que plantea está muy en consonancia con sus trabajos junto a su maestro y amigo Rodolfo Kusch, respecto a la sabiduría del pueblo.
Tal cual. Para mi fue un gran maestro, más allá de ser un gran amigo. Yo te puedo asegurar que si te ponés a leer a Kusch no lo vas a dejar. Es un hombre que tenía una capacidad estética muy particular y de hecho estudió la estética de Nuestra América. Partiendo de su distinción clave: no es lo mismo estar que ser. Ser es la palabra con que a los filósofos se nos iluminan los ojitos. Porque desde los presocráticos hasta acá nos vienen con eso, como la clave. Y con mucha profundidad Kusch toma del pensamiento Inca y del guaraní también esta distinción que nuestra lengua la tiene. Cuando alguien está aprendiendo nuestra lengua no termina de entender por qué decimos “estoy sentado” y no “soy sentado”.
Sobre todo con el inglés que se impone hoy como “lenguaje universal”
Claro, y esto tiene que ver con un tema central, dice Kusch “el pensamiento no se ve ni se toca, pero pesa”. Está arraigado al suelo que habitamos. Y justamente este es el tema. Porque la colonización que nos dijo: -Usted quiere pensar bien, acá tiene el modelo. O sea, -desarráiguese. Deje su estar. En cambio, lo que tenemos que profundizar es que cuando pensamos lo hacemos desde un estar. Un estar siendo así, de una determinada manera. Y hay otros que estarán siendo así de otra determinada manera. Podemos aprender los unos de los otros. Y esto es clave. El estar precede al ser.
Aquí podemos decir que hay un fundamento filosófico respecto a la idea que se plantea en Educación de no “sustancializar” al estudiante.
Si. Y ahí nos ayuda mucho Paulo Freire. Que nos dio un aporte gigantezco para no hacer del sujeto una cosa, en su concepto de “educación bancaria”. Se trata de saber que es un sujeto que piensa y que puede encontrar alternativas.
Freire decía que enseñar es tener conciencia del inacabamiento.
Tal cual, porque el estar implica estar de pie, caminando. En cambio ser quiere decir: estar sentado, de aquí no me mueve nadie. Que es lo que cree el pensamiento hegemónico. Que fue lo que la filosofía nos quiso enseñar desde Parménides hasta acá. Diferenciar el ser de la doxa. El fundamento de la mera opinión.
Pero lo que tenemos en común los seres humanos es el estar. Y lo que nos diferencia es la forma que vamos encontrando de poder estar siendo de una manera. Kusch decía que el estar es el hambre originario que va desde el pan hasta la divinidad. Desde que nacemos pegamos un saltito y queremos que nos den de comer. Ahí empieza la búsqueda de formas de estar siendo. Empieza por lo más inmediato pero va hasta lo más alto que podamos encontrar: el arte, la sabiduría, la ciencia, incluso la divinidad.
Respecto a esto está por salir un nuevo libro mío sobre el “mito” cuyo título es “La sabiduría primero, la episteme después”. El otro libro que estoy terminando es sobre ese gran pensador que junto con Kusch fueron lo que me movieron más todo, que es Emmanuel Levinás. Un filósofo lituano de origen judío que le dijo a todo el pensamiento filosófico europeo: – Señores nos hemos olvidado de pensar lo único digno de ser pensado: el otro en tanto otro. El rostro del otro. Que es una relación ética. Porque el otro en tanto otro lo que hace es decirme: -Heme aquí no me violentes. Enséñame, edúcame, ayúdame a progresar, pero no uses nada de eso para violentarme.
Tuvo una gran influencia también Levinás en la Filosofía de la Liberación.
Enorme, porque este tema de que lo más profundo es el encuentro con el otro en tanto otro. Porque si lo veo solamente como diferente lo estoy reduciendo a mi imagen. En cambio el tema de fondo es que es una relación ética primariamente. Por eso este libro que estoy escribiendo va a salir con el nombre “La ética primero, la política después”.
Qué interesante nuevamente para pensar la docencia. Porque es un desafío trabajar con el otro en tanto otro.
Y por eso es tan interesante que lo pensemos en términos educativos. Nosotros que damos clases tenemos el privilegio de esta con veinte o treinta otros en tanto otros. Y nos están desafiando éticamente. Nos están diciendo: – Enséñame historia, geografía, lo que sea, pero no me violentes. No uses esto para violentarme. Cosas que por ahí nos pasan. Cuando un alumno nos pregunta algo y uno le dice: – ¿De dónde sacaste eso?
Por eso evaluar también es un desafío ético.
Exactamente. Y esto exige que nos sepamos, como dije Levinás, “vulnerables”. Es decir, que podemos ser interpelados éticamente. Que es donde nace la responsabilidad. Porque ¿Qué quiere decir ser responsable? Poder responder a la interpelación ética del otro en tanto otro. Y vos me preguntabas ¿qué podemos hacer en esta situación mundana que estamos atravesando? Yo creo que hay que insistir en esta idea. Y confiar en que es posible querernos los unos a los otros. Respetarnos. Aprender los unos de los otros. Si en última instancia somos hambrientos del pan y de la divinidad todos los humanos. (posible cierre) Tratemos de encontrar formas de combatir este miedo que nos da saber que estamos. Es lo que nos va a dar la fuerza para encontrar caminos.
- Nota realizada por Nora Bustos, Profesora de Filosofia/ Dra. en Ciencias Sociales.