Por Adriana Derosa.

No son 17 las murguistas. Son una sola. Una gorda gigantesca y animal que respira en el escenario del Teatro Colón, con un gemido múltiple y coral. Una máquina colectiva en la que las partes están al servicio de Nelly, la pulposa. Nelly, la maciza. La mujer que habita dentro de la música que proponen como un líquido que se cuela, femenino y persistente, por los intersticios de lo que no se dice.

Por más que en nuestro medio no sea tema de todos los días, las murgas de mujeres en estilo uruguayo existen, y son varias: hasta se realiza un Encuentro Internacional de murgas de mujeres, del cual La gorda Nelly participó. Los uruguayos refieren numerosas figuras afamadas que penetraron a la fuerza en un carnaval masculino, donde las mujeres debían ser nada más que bellas musas inspiradoras del deseo que florecía en la cuarentena. Refieren que desde el siglo XIX hay mujeres que han pagado caro el pretender ponerse detrás del tamboril o cantar su verdad en una copla provocadora.

Ahora, mal que les pese a los conservadores detractores, la Gorda Nelly viene a hablar del descarte, que es el tema del que hay que hablar, porque los femicidios avanzan cada día, y los despojos de ellas aparecen descartados en bolsas, tirados como basura. Porque después de la masacre se tira en el plástico negro aquello que sobra. Casi igual que en la guerra, donde los cuerpos también se desmembran y descartan, porque están obligados al servicio de la violencia instrumentada por otro.

El Descarte es eso, y también es la mujer vieja que sale del mercado de circulación de los varones, y se vuelve invisible para todo el sistema. Es que la salida del campo de la deseabilidad las vuelve una molestia. Simple descarte, como si fuesen mercadería vencida.

La Gorda Nelly habla de lo que hay que hablar, y lo hace a través de las voces de 17 pibas que se ponen a disposición, pero que además sorprenden con la fuerza arrolladora y femenina.

Y tomando distancia, nos damos cuenta de que la murga de mujeres no es simétrica, no es racional, no tiene el orden riguroso que algunos creerán connatural a la esencia coral. La Gorda Nelly es una melena enredada y salvaje que te hace poner de pie para denunciar el maldito descarte. Esa gorda es carnaval de sudor, de madrugada, de caos, de deseo desordenado. La gorda que baila por más que vos la descartes y te mira con desfachatez, porque te sobrevive.

La próxima oportunidad de bailar con ellas es en Tandil, en el Teatro de la Fuente, junto a la Sepá Bó, el próximo 16 de septiembre. Hay que ir.

Adriana Derosa