En los últimos días, el avance del coronavirus frenó el crecimiento de la economía mundial y provocó un desplome de la bolsa. Sucede que la economía global incluye -en su núcleo fundamental- la globalización de los mercados financieros, cuyo comportamiento determina hoy los movimientos de capital y crédito, y por lo tanto las economías en todos los países.
El avance epidémico en Corea del Sur y en Italia generó una latente amenaza económica que causó un desplome bursátil que se puede comparar en importancia con el que generó la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
En España, el IBEX cayó un 4,07%; en Italia, el MIB descendió un 5,43%. Londres y París vieron caer la bolsa entre un 3 y un 4%, mientras que Wall Street registró una caída del 3,56%. El petróleo – por su parte- cayó casi un 5%. Sin embargo, el oro aumentó un 1,5% porque sigue funcionando como valor refugio ante el amenzante desplome financiero.
Ahora bien: entre la multiplicidad de causas del desplome económico podemos destacar – por un lado- la especulación por el temor a una ralentización de la economía China y mundial. Por otro, la interrupción de las redes de suministro, como los buques cargueros que abastecieron recientemente de hierro a China, y hoy que se encuentran en cuarentena. También es el caso de los buques exportadores de gas licuado que vieron afectada su actividad.
Otro motivo es la caída de los mercados de materias primas, porque China que tiene una economía marcadamente industrial, es el consumidor más importante de materias primas del planeta.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, admitió el domingo que se podría desacelerar el crecimiento de la economía mundial hasta un 3,2% este año, cuando se proyectaba que llegara hasta el 6,3%. (JP MORGAN)
Hoy no se puede entender una alerta sanitaria mundial sin tener en cuenta las características del nuevo sistema global. Esta globalización, en su forma actual de capitalismo informacional, desregulado y competitivo, supera a los Estados, pero conecta los segmentos dinámicos de las sociedades en todo el planeta. Sin embargo, a la vez desconecta y margina a todos aquellos que no tienen otro valor que el de su propia vida.
Entonces, el nuevo sistema global que se constituye a partir de redes de intercambio, es generalmente incluyente y excluyente a la vez: incluye todo lo que tiene valor según los códigos dominantes en los flujos, y excluye a todo aquello que -según esos mismos códigos- no tiene valor, o deja de tenerlo.
Lo inusual de estos acontecimientos epidémicos es que generan un cambio en el orden de inclusión/exclusión que generaba la globalización, y trae como consecuencia lo que podríamos llamar una “internacionalización del disvalor”.
En el orden global irrumpe -y se expande- una tendencia de las economías a decrecer, y a que el código dominante en los flujos sea el contrario al habitual, y así genere contracción económica.
Si bien es muy difícil prever cuáles van a ser las consecuencias que van a tener estos hechos en el plano económico, algunos analistas consideran que si la propagación del virus comienza a disminuir, lo más probable es que los productos básicos se recuperen hasta llegar a su estado normal, y los inventarios que se acumularon en las últimas semanas disminuyan gradualmente.
Por Camilo Rodríguez Derosa