Una breve reflexión sobre las relaciones que se convierten en escándalo.

Los últimos días se habló más de Wanda Nara, Mauro Icardi y la China Suarez que del dólar y el más que necesario acuerdo de los precios de alimentos en nuestro país. Y es tan grande la magnitud, que se empezó a hablar del “Wanda gate” como esos escándalos que superan fronteras y adoptan ese “gate” atrás, al mejor estilo “FIFA gate”.

Luego de que Wanda publicara en sus redes el mensaje de “otra familia que te cargaste por zorra”, apareció la figura de “la tercera en discordia”. Segundos después surgió el nombre de Eugenia Suarez. Y con eso la oleada de conceptos de antaño: “robamaridos”, “destruye hogares” y “zorra”, entre otras, que nos recuerdan a las “mata bebés”. Se habla de la gente como objetos, se habla de que algunas personas tienen poder de decisión y otras no. Se toma partido por un lado o por el otro.

Pero: ¿por qué demonizar a una persona y dejar a la otra como un accesorio que puede ser robado? ¿Qué hay detrás de todo eso?

En primer lugar, todo esto deja nuevamente al descubierto que tenemos mucho camino por recorrer para seguir deconstruyendo esa forma tóxica, disfrazada de romanticismo, que nos inculcaron para nuestras relaciones personales. No solo porque este culebrón se inicia cuando una persona le revisa el celular y las conversaciones a otra, invadiendo así la privacidad, sino también porque la “reconciliación” lleva consigo acuerdos que reafirma lo posesivo de la forma de relacionarse.

Además, hay alguien que pasa desapercibido en todo esto: la pobre “víctima” del marido. Decide con quién se escribe, con quién se acuesta y con quién no pero pasa muy airoso de todo esto pidiendo mucho perdón con fotito amorosa en las redes sociales.

Como si fuera poco, todo eso se basa en el amor eterno, en el “juntos para siempre”. No sólo ponemos en duda que este tipo de amor exista, sino que en general esa forma de relacionarnos es la que da pie a relaciones posesivas, en las cuales alguien manda y otre acepta, donde reina la obligación y sumisión. Cuando queremos que prime el deseo, la libertad de elegir y decidir sobre nuestros cuerpos y relaciones es donde todas nos transformamos en zorras.

Una vez más, la forma superficial y estigmatizante que se usa para abordar estos temas es lo que da bronca. Lo que hagan estas tres personas nos da igual, nos preocupa que habiendo transitado tanto camino en materia de derechos e igualdad, sigamos quedando nosotras entre santas y zorras, con la novedadad de que ahora los varones cis heteros blancos son las pobres victimas de nuestro deseo. Como ya dijo Ofelia Fernandez, parece que solo nos queda resignarnos, a amar heterosexualmente, monogámicamente y por el resto de nuestras vidas o simplemente a no amar y ser zorras.

El patriarcado no se va a caer, lo vamos a tirar y a la pasada vamos a tirar también esa forma de amar impuesta. Amamos como queremos y a quienes queremos, poniendo siempre en jaque todo lo establecido y promoviendo formas libres, respetuosas y sororas de amor.

“Mala Junta – Feminismo Popular”