Macri se quedó sin expertos para conducir la política energética. Quizás es algo bueno. Puede que no. Primero apostó por Juan José Aranguren, ex CEO de Shell Argentina, a quien consideraba su ministro ejemplar. Su abordaje centrado en el interés de las petroleras no sólo le valieron críticas de economistas del establishment, como Fernando Navajas, de la fundación FIEL, que le achaba la falta de mirada de política pública, sino también de otros miembros del gabinete.
Este año lo reemplazó Javier Iguacel, otro experto en petróleo, en este caso con experiencia como vicepresidente de Pluspetrol, la compañía de las familias Rey y Poli. Degradado a secretario a las órdenes del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tampoco cuajó con la política.
Así es que el Presidente eligió como responsable de la energía a alguien que desconoce del asunto, pero que cuenta con una mirada más amplia de la política y la política económica: Gustavo Lopetegui, que entre diciembre de 2015 y septiembre pasado ejerció como uno de los dos vicejefes de Gabinete que controlaban cada uno la mitad de los ministerios. Lopetegui nunca trabajó en una empresa de energía y sólo puede decirse que en la Jefatura de Gabinete se encargaba de supervisar el área.
En aquel tiempo, Lopetegui solía decir que tenía dos objetivos: conquistar al electorado, lo que logró en las legislativas de 2017, y a los mercados de deuda, lo que piloteó sobre la base del ajuste gradual sólo hasta abril pasado, cuando estalló la crisis económica. También sostenía que debía vigilar que los ministros trabajaran en equipo y fueran eficientes, y si no, los echaba. Atrás quedaron esos tiempos de superpoderoso. Después fue rebajado a asesor presidencial y ahora deberá responder a Dujovne.
Lopetegui se fue formando como manager empresario primero cuando estudió para ser licenciado en administración de empresas y contador, y después con un master en Dirección de Empresas en la Universidad de Navarra, la del Opus Dei en España. Trabajó entre 1986 y 1996 en la reconocida consultora internacional McKinsey, que en el gobierno de Macri conseguiría varios contratos. Después fundó con su esposa la cadena de minimercados Eki, que vendió en 2001. Más tarde asumió como director de la láctea Milkaut y en 2004 entró en política como ministro de Producción bonaerense, con Felipe Solá de gobernador, y al año siguiente como presidente del Banco Provincia.
En 2006, volvió al sector privado para fundar una láctea: Pampa Cheese. Sin venderla, en 2009 fue nombrado CEO de la aerolínea LAN Argentina. Allí se enfrentó con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Tanto es así que este año el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, llegó a decir que su política de apertura área suponía una “venganza” de Lopetegui, a quien consideró su “maestro” en la materia.
Su afirmación llamó la atención por los términos utilizados y también porque se suponía que, como vicejefe de Gabinete y ex empleado de LAN, Lopetegui no podía intervenir en la política área por cuestiones de la ley de ética pública sino que debía hacerlo el otro número dos de Marcos Peña, Mario Quintana, que también dejó el cargo en septiembre. Por lo menos ahora Lopetegui no tendrá conflictos de interés con las políticas que incentiven la producción y la provisión de energía, en las que las tarifas y los subsidios a las empresas y a los consumidores están en juego.
EL QUE SE FUE
En la víspera, el Gobierno Nacional había adelantado que las boletas de luz del Área Metropolitana aumentarán en cuatro tramos, un 26 por ciento en febrero a causa de la reducción de subsidios a la generación, un 14 por ciento en marzo, por la suba de los ingresos de las distribuidoras, y luego un 4 por ciento en mayo y otro 4 en agosto.
De esa manera, el Gobierno había querido apurar las malas noticias, con anuncios de subas de transporte, luz y gas para 2019. Por su parte, la tarifa social que reciben casi el 30 por ciento de los hogares desde el año que viene quedará a cargo de las provincias y de la Ciudad de Buenos Aires, con destino todavía incierto para usuarios del interior del país. Con ese cambio, el Gobierno Nacional se desentendería de un costo estimado de 25 mil millones de pesos anuales.
La agenda de aumentos de servicios públicos a cargo del Gobierno había establecido que el primer semestre de 2019 estaría cargado en materia inflacionaria, tras confirmar el incremento del 17 por ciento de la boleta de agua en enero.
El transporte, mientras tanto, subirá un 40 por ciento en el primer trimestre y el agua avanzará otro 27 por ciento en marzo, completando un total de casi el 50 por ciento. Además, el gas subiría un 35 por ciento en abril.
Uno de los méritos por los que Iguacel había llegado a la Secretaría de Energía era haber cumplido con creces la misión de denunciar penal y mediáticamente al ex ministro de Planificación Julio De Vido y al empresario Lázaro Báez. Pero antes de arribar al cargo que ahora abandona, Iguacel se había desempeñado como titular de la Dirección Nacional de Vialidad, un área que durante su gestión absorbió más de la mitad de la totalidad del presupuesto del Ministerio de Transporte (26 mil millones de los 42 mil millones destinados a la cartera). En su declaración jurada de 2015 declaró un patrimonio de 6 millones de pesos, entre los que se encuentran nueve inmuebles, 2200 en acciones de YPF, 550 mil pesos en Uruguay y 1,5 millones en el Reino Unido.
Al igual que otros funcionarios, Iguacel formó parte del club de las offshores. Como reveló este diario, está vinculado a Pluspetrol Angola Corporation, radicada en las Islas Caimán.
Los trabajadores de Vialidad no tienen buen recuerdo de él: firmó el despido de más de 50 empleados y luego hizo oído sordos a los reclamos de reincorporación. Ya en Energía, el ahora exfuncionario no solo se encargó del rediseño del cuadro tarifario de Cambiemos sino también de hacer caer sobre las espaldas de los usuarios las pérdidas de las distribuidoras de gas producto de la devaluación del peso, medida que el propio gobierno debió revertir.
Al mejor equipo de los últimos 50 años se le siguen yendo jugadores y los que entran…son peor aún de los que emigran.