El Gobierno se aleja del “plan llegar”. Piensa que es mejor una megadevaluación que llegar sin dólares a octubre.

Las despedidas son largas. Y la Casa Rosada parece haber decidido acompañar la devaluación en marcha sin oponer demasiada resistencia, alejándose del “plan llegar”. Ponerse a vender dólares, dicen, sería estar dispuesto a convalidar una suerte de hoguera donde sucumba buena parte de las reservas. Desde las primeras horas de ayer el BCRA recibió la instrucción del presidente Macri de “administrar” la corrida pero no frenarla.

En criollo, llegar un poco tarde, a destiempo, a la fuerte demanda de dólares producto de la salida de inversores. El efecto inmediato fue una bestial escalada que llevó al dólar por encima de los $60 y que fue utilizado por el presidente Macri, ayer, para señalar “lo que puede pasar” si el “kirchnerismo” repite la performance electoral en octubre.

En el Gobierno piensan que es mejor una megadevaluación que llegar sin dólares a octubre porque eso los haría ceder gobernabilidad e incluso perder “tropa propia”. Pero por otro lado, ven hora tras hora cómo las fuertes caídas en bonos y la brutal suba del riesgo país por encima de los 1400 puntos, esmerilan (el verbo es cauteloso) la credibilidad del equipo económico y las posibilidades de un auxilio financiero que venga de los mercados.

Para los observadores de la dinámica financiera, las frustrantes palabras del Presidente redoblando la apuesta electoral pero, sobre todo, tomando a las variables financieras como rehenes de la campaña política, pueden generar mayor aversión al riesgo aún de la que naturalmente parece haber llegado a estas orillas. Esto implica para un sector importante de esos observadores que el Gobierno ha perdido reflejos políticos y que podría, llegado el caso, cometer la imprudencia de provocar mayores daños para que ese escarmiento sea utilizado como vector electoral. La paradoja es que la mayoría piensa en que más discursos como el de ayer podrían erosionar aún más el caudal político de Macri, haciendo la crisis más cercana aún y el deterioro político mucho más ostensible.

De dónde venimos, adónde vamos
Como la inflación se aceleraba producto del alza de tarifas y combustibles (entre otras cosas), el Gobierno decidió congelar el tipo de cambio utilizándolo de ancla inflacionaria para llegar con mayores chances a la elección de las PASO: impulsó el consumo, ató tarifas, congeló naftas y quemó reservas. Ahora, como todo eso no dio resultado y la distancia de Alberto Fernández es irremontable, entonces la Casa Rosada parece abandonar ya mismo ese plan.

Piensan así: la victoria de Alberto Fernández implica que el presidente Mauricio Macri ya no tiene chances. Y como no las tiene, entonces el Gobierno parece ya no estar dispuesto a quemar los dólares que le presta el FMI, algo que le recomienda el propio FMI. Sandleris viene de consumirse casi la mitad de los u$s5400 millones del desembolso del Fondo del mes pasado. Ayer vendió u$s100 millones además de las licitaciones de u$s60 millones de todos los días. A eso se suma que el BCRA sólo tiene u$s16.000 millones de reservas netas si de descuentan préstamos, swaps y afines.

Sin los dólares del FMI, el recurso de la tasa de interés más alta del mundo tiene sus límites porque a medida que sube despierta cada vez menos credibilidad. Ayer las Leliq arrojaron un saldo que dejó la tasa en 74% y hay $160.000 millones que no se renovaron de la deuda del BCRA que hoy va a ir a buscar al billete estadounidense.

Como dijimos ayer, uno de los pocos recursos que tiene el BCRA para administrar la corrida cambiaria avalada por el FMI es, sencillamente, dejarlo subir, atenuar esa suba cuando se pueda y cruzar los dedos para que no se genere un estallido social, algo que hoy es más lejano porque, virtualmente, ya hay nuevo presidente electo y las miradas están puestas en él.

Por Julián Guarino-ámbito