En épocas de pandemia contar los casos de emprendimientos familiares, pymes, pequeños negocios que van quedando afuera del mercado por la crisis que genera el no poder tener un ritmo normal de trabajo es doloroso.

También es cierto que dentro de este gran volumen de cierres se “esconden” o “escudan” otro tipo de establecimientos.

Algunos de gran envergadura que, teniendo problemas con su funcionamiento, la pandemia potenció estos inconvenientes. Ahora bien, de ahí a llamarse pymes o negocios familiares es otra cosa.

Uno de los casos llamativos es el de la cadena de cafés La Fonte D´ Oro.

Resultan llamativas las declaraciones de su dueño-director en algunos medios cuando sostiene por ejemplo que: “Las pymes gastronómicas, después de tres meses cerradas, pagando sueldos, impuestos y servicios, no tenemos mucha vida. Cada día que pasa te endeudas más, no hay manera de sostener esto. Ves la muerte llegar en la medida que esto no se active”

Miguel Martínez Allué es quién sostiene estas dramáticas declaraciones. Tomadas así, fuera de contexto (o adjudicando en contexto de pandemia todo) suenan traumáticas.

Este “emprendedor” marplatense se inició como vendedor de prendas para hombres en la firma Seijo, local que estaba instalado contiguo a la verdadera y única La Fonte D´ Oro de la esquina de San Martín y Córdoba.

Los dueños, un «grupo de gallegos” se turnaban para atender uno de los sitios que años atrás pasaba a ser una cita obligada para tomarse un cafecito en su barra, ya que el mismo era de excelencia.

El cafetero, con mucha antigüedad y toda su sabiduría sostenía: “El café de acá es el mejor. No sé si es la máquina, el café, el agua o yo. O todo eso junto. Pero qué café te tomas acá querido!”. La composición societaria era un bloque inamovible. Los “gallegos” se habían juramentado nunca vender su parte. “Si vende uno, nos terminan comprando a todos”.

Mientras tanto Miguel seguía como vendedor en el local mencionado e incursionaba como modelo en algunos programas de nuestra televisión abierta.

Ya más grande gerenció con un muy buen sueldo y porcentaje de las ganancias la franquicia que vendía en Mar del Plata y zona los teléfonos celulares de la compañía CTI. Fue un furor en ventas durante casi tres años. El mismo furor lo hizo enriquecerse rápidamente.

Una vez que el mercado estaba abarrotado de celulares, instaló ya por su cuenta, distintos puntos de venta en donde brindaban protectores, fundas, cargadores de celulares, entre otras cosas. Fueron otros tantos años de ganancias extraordinarias. Comprados por cantidad en China, se vendían en sus locales como los exclusivos modelos de protección para los aparatos. ¿Cómo no proteger a tu celular con una fundita?

Para ese entonces ya había empezado el operativo “Quiero La Fonte”. De tanto insistir logró hacerse de dos partes de los «gallegos» y de allí a tenerlo todo fue cuestión de tiempo.

Rápido para los negocios, a la cafetería le llegó la “modernidad”. Muchas sucursales y franquicias. En total llegaron a ser ONCE si contamos el paso efímero que tuvo, siendo franquiciada, la de Sierra de los Padres.

Si vemos el volumen no estamos hablando precisamente de una pobre pyme que trata de subsistir por la crisis. ONCE SUCURSALES.

En el Ministerio de Trabajo llego al centenar de denuncias por horas mal liquidadas, maltrato laboral, juicios laborales, trabajo de 10 horas con sueldos en blanco de cuatro y, lo más llamativo, la tarea que se tomaba con el 70% de la planta de personal de tomarlos “a prueba” y vencida la misma, contratar nuevamente a nuevos empleados y así por los tiempos de los tiempos. De cargas sociales, aportes patronales, juicios laborales, denuncias por maltrato hay para contar todos los días de nuestras vidas.

Con este formato de trabajo exitoso se quedó con más y más locales. La variable de ajuste eran los empleados. Locales con muchos problemas de arrastre y reaperturas con el logo de La Fonte en cuestión de días eran una realidad con la que nos acostumbramos a convivir.

La fortuna hecha a través de esta forma de trabajo es realmente llamativa.

En épocas de pandemia, no todos los casos son iguales. Es más, algunos podrían considerarse como “casos” cuando hacemos referencia a esos emprendimientos que entre toda la familia empuja y trata de sacar adelante un negocio.

La de La Fonte D ´Oro es otra historia. Una historia en sí misma. El cierre de las distintas sucursales no es precisamente sinónimo de crisis por pandemia.

Estamos hablando de un crecimiento desmesurado que bien viene el coronavirus como excusa para cerrar lo no rentable y, de esta manera, sacarse costos fijos de encima.

No pierde. Deja de ganar. Y entre una cosa y otra, hay una gran diferencia. “Se nos va un clásico..” titulan medios amigos del empresario y proaperturistas a ultranza. No se va nadie. Sólo acomoda números. Se saca “gastos” aprovechando el virus.

Miguel, el emprendedor, visionario, modelo de empresario, la ”nueva generación” de la ciudad no atraviesa, en lo económico, “…el camino a la muerte” como sostiene. Ajusta cuentas. Tan solo eso.

Y a la hora de sentarse a comer no es polenta lo que se sirve sobre su mesa (salvo que tenga un gusto preferido por el plato mencionado). Algunos empleados despedidos a veces no cuentan con este plato de comida.

Quedémonos tranquilos, cuando la pandemia pase no tendremos claro el horizonte de que mundo nos depara. Pero si una certeza: Miguel estará firme, frente en alto, listo para mantener y abrir más sucursales, hacer contratos temporarios, negrear a sus empleados, maltratar a sus empleadas. Y ganar más plata.

La pandemia pasa. Miguel queda. Un nuevo «clásico» en nuestra ciudad…

Redacción MdPYA-imagen ilustrativa