Por Adriana Derosa

Este sábado 25 de Mayo en la sala de El Séptimo Fuego, Federico García Lorca va a permitirnos recorrer otra vez uno de sus caminos más insondables. Una nueva función de su obra menos visitada, “El público”, a la que este elenco se ha atrevido.

Y digo que se ha atrevido porque El Público pertenece a lo que se ha dado en llamar Teatro Imposible. ¿Imposible de qué? ¿De ver? ¿De dirigir? ¿De actuar? Imposible de transitar desde una cómoda posición de espectador tradicional. “El público” exige un espectador vivo y activo, que aporte su tarea de constructor de sentido. ¿O será que lo imposible es el amor, que despedaza al autor mientras escribe?

Nada de esto es casual, sino que la obra es representativa de una etapa de Lorca y su adhesión al surrealismo, además de su viaje a América que le permitió por fin exponer el profundo cuestionamiento desgarrado de una sexualidad conflictiva, ya que la España del 30 no acompañaba diversidades.

Todo esto en escena: una realidad escénica en capas superpuestas donde lo real, lo onírico y la ficción se reúnen locamente, mientras el Director se destroza por un amor que no puede sobrevivir ni un día en completud.

En ese papel estará Héctor Martiarena, él y su capacidad actoral, dueño de una energía hipnótica: es imposible dejar de mirarlo (otro Imposible). Lo acompaña Gabriel Cazali, que puede emparejar esa fuerza en el papel de Gonzalo. Además, Nacho Garrido, Cristina Strifezza, Luciana dal Dosso, y Santiago Ale, con una hermosa dicción en el personaje del Pastor.

Para poner este Teatro Imposible hizo falta una puesta en escena múltiple, con herramientas prestadas de otras artes, y una dirección experimentada como la mano de Viviana Ruiz, para componer sentido a partir de la profundidad dramática que se corporiza y subvierte. Porque aquí el público es protagonista, el Director está en medio de la escena, y los actores se quitan la máscara para plantearse dónde está el teatro y cómo haremos para seguir adelante. Vengan a vivirlo, a Bolívar 3675.

Diría Cortázar, “como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.