Viven generalmente en colonias de unos 15 individuos (formadas por un macho, su harén y un grupo de jóvenes). Se alimentan de unos 15 a 25 kg de peces por día. Pueden llegar a medir 3,50 metros y a pesar unos 300 kg.

Tan importante es este animal para Mar del Plata que incluso tiene su propia estatua: el monumento al León Marino, símbolo indiscutible ubicado en la plazoleta Almirante Brown.

Incluso son un atractivo para los turistas que conducen hasta la Escollera Sur exclusivamente para verlos ahí descansando uno al lado del otro, con sus aletas sobre los gigantes cuerpos de aquel que esté más próximo. Otros, peleando pero por diversión sin hacerse daño. Algunos nadando y asomándose de vez en cuando.

Y otro solo, molesto, enojado, rascándose con fuerza algo que rodea su cuello. Sólo acercándose uno puede darse cuenta qué es lo que está enloqueciendo al mamífero marino: un gran trozo de plástico incrustado en su piel.

“El plástico que los lobos marinos tienen alrededor del cuello es el llamado suncho”, explicó al portal lacapitalmdp Juan Antonio Lorenzani, presidente de la Fundación Fauna Argentina. Suncho es, según Lorenzani, todo elemento plástico redondo que flota en el agua y que, accidentalmente, se incrusta en el animal, causándole graves consecuencias que podrían terminar con la muerte.

Lorenzani contó que si bien en un principio su organización estaba abocada a diversas especies, ahora se dedican exclusivamente a lobos marinos. Sobre todo por la cantidad de casos que tienen que “rescatar”, debido a elementos provenientes de la actividad pesquera que los afectan.

Si bien la Fundación se encarga de realizar limpieza en zonas de arena en la Escollera Sur, “cuando sube la marea, la basura vuelve a caer al mar”, contó.

Y agregó: “Hemos encontrado infinidad de cosas que el ser humano tira. Todo lo que las personas tiran en la calle, todo desemboca en el mar”.

Respecto al estado en el que se encuentran los lobos de la Escollera Sur, Lorenzani manifestó que uno de ellos está “muy comprometido”. El plástico les genera heridas cortantes primero en la piel y luego involucra la zona muscular. Estas heridas pueden llegar a ser de 6 o 7 centímetros de profundidad.

Cuando el daño es así de grave, los defensores de los animales deben utilizar dardos para tranquilizarlo y poder extraer el elemento. “Es una situación terrible para el animal. Está estresado, descansa menos, está notablemente violento”, narró.

Cuando comenzaron, por allá en el 82, debían liberar a dos de cada tres lobos que tenían suncho. Ahora, en promedio por año encuentran entre 30 y 40 casos.

En estos casos, el procedimiento es el siguiente: para extraer el suncho, se utiliza una vara larga con un gancho en la punta, se toma el elemento y se corta rápidamente. Se trata de una herramienta de fácil manejo, segura para el operario y que no ocasiona daño en el animal.

Si bien los casos disminuyeron, es importante recordar que “son situaciones que se pueden evitar en su totalidad”.

Si las personas no tiraran elementos estas situaciones raramente existirían. Así, Lorenzani aseguró que “gran parte de la responsabilidad es nuestra como ciudadanos” y se debería tener un “mayor compromiso con el medio ambiente”.

Respecto a su trabajo, aseguró que “más que orgullo” le da “frustración”. Y siguió: “Hace 35 años que seguimos con el mismo problema. Lo ideal sería no cortar estos sunchos, que no aparezcan animales ensunchados. Es algo tan simple y básico como no tirar basura a la calle”.