Las buenas capturas de abadejo que arrojó una prospección pensada para 20 días y que cerró a la semana de comenzar porque la flota completó las 300 toneladas establecidas como cupo, infieren una abundancia del recurso por encima de las 2500 toneladas máximas establecidas a partir de medidas de manejo precautorio sugeridas los investigadores del INIDEP.

El abadejo parece estar en el área entre el 40°S y 43°S sobre el límite de nuestra zona económica exclusiva pero la flota apenas lo puede traer como by catch mientras pesca merluza como especie objetivo. Tal vez ahora, con datos más frescos y directos de la pesquería, quizás los investigadores evalúen en flexibilizar la operatoria.

Es la segunda prospección sobre esta especie que habilita la autoridad de aplicación en lo que va del año, con el objetivo de contar con mayor información biológica y el área de distribución de un recurso que le permitiría a la flota soltar a la merluza hubbsi, abandonar la monoespecie y poder diversificarse.

Este año ha sido particularmente bondadoso en ese sentido. Por decisiones del CFP como la del abadejo, pero también la naturaleza aportó su cuota con la sobre abundancia de calamar al norte del 44°S que permitió a los costeros y fresqueros de altura ganar operatividad con el molusco. El precio terminó cayendo pero compensó con mareas cortas a poca distancia de Mar del Plata.

Con calamar, rayas, abadejo, lenguado, pescadilla, pez palo, un poco de corvina, la flota puede combinar descargas de múltiples especies que le permiten mejorar la rentabilidad sin generar un esfuerzo desmedido sobre ninguna en particular. En el segundo semestre se suman el langostino y las especies pelágicas. Este esquema varió con la sobreabundancia del marisco y la necesidad de pescar el mayor cupo de hubbsi.

Los problemas para la flota recrudecen cuando todos no tienen más remedio que pescar lo mismo. La merluza baja a precios irrisorios: 36 pesos más IVA para exportación, 46 pesos para mercado interno, no llega a un dólar por kilo cuando hay mucha oferta en muelle. Y mucha oferta son tres barcos descargando al mismo tiempo.

“Se aprovechan de la abundancia y tenes que vender o vender porque no podes aguantarlo mucho tiempo en bodega. Mejor dicho, lo mal vendes”, reconoce Juan Taranto, armador fresquero de altura.

El pescado no sube de precio pero por lo menos no se incrementan los costos de combustible, congelados hace meses, ni tampoco los salariales, sin paritarias renovadas y las licencias que tienen algunos armadores de pagar una parte por fuera del recibo.

Hoy existe una oferta sostenida por la cercanía de la zona de pesca. El “Franca”, por ejemplo, zarpó el sábado a la noche y regresó con 2 mil cajones el martes al mediodía, mayormente merluza, pero también rayas y abadejo. Con el calamar ocurrió algo parecido, poco consumo de combustible para descontar de la factura final.

“Nadie tiene el pescado vendido antes de descargarlo, olvidate de eso”, refiere el armador que colecciona cheques. Algunos rebotados y otros a un plazo distante que no puede cambiar en los bancos.

En el sector vislumbran varios frentes abiertos que confluyen a que los precios no puedan despegar: la poca demanda de compradores. A partir del cierre de algunas fasoneras se achicó aún más la fuerza laboral para el reproceso, y, sobre todo, la intervención a la baja de los grandes armadores que no hacen negocio en el fresco, como Solimeno y Moscuzza.

También hay otras variante en estos tiempos: Cuando no es filet elaborado de la propina a los marineros, un volumen que crece sin control alguno, circula bastante pescado que llega desde la patagonia. En otros momentos pasaba desapercibido, pero hoy genera distorsiones.

Santa Cruz recibe cuota social de merluza que se descarga en Caleta Paula, pero que llega a Mar del Plata y hunde la plaza local. En Caleta descarga el “María Rita”, “Araucania”, “Petrel” y el “San Juan B”. Más de 5 mil cajones por marea que debería generar trabajo en el sur, pero mucho de ese pescado termina por las calles del puerto y ayudan a empujar para abajo los precios.

Si los armadores tienen problemas, quienes no tienen barcos y personal a cargo a quien darle trabajo, no le andan lejos. El techo para ambos es la falta de demanda que los condiciona a buscar la mejor opción y cada uno busca la ecuación que le conviene.

“Carpincho” García, armador del Gaucho Grande, no vendió el abadejo de la prospección porque se negó a recibir $65 por kilo. Decidió mandarlo a cortar y congelarlo.

Fernando Mellino, de 27 de Noviembre, pudo comprarlo a $60, lo cortó y también congeló. Ninguno de los dos tiene comprador. La pesca actual ofrece el curioso fenómeno de unir a los extremos.

Las dificultades persistentes en Brasil, escasa respuesta de Europa y África para el mercado de la corvina y pescadilla…, las exportaciones siguen presentando un escenario complejo.

Ante la oferta de pescado fresco sostenida y poca demanda firme y confiable, la materia prima termina alimentando circuitos de reproceso informales en varios casos y precarios en otros, que resultan una competencia desleal para quien tiene obreros bajo convenio colectivo.

Sin dudas algo de materia prima le esta llegando a todos los que siguen en pie porque no ha habido nuevos reclamos más allá que Apolo Fish sigue tomada. Las cooperativas no recibieron asistencia del gobierno porque los ATP son para el personal efectivo. Si por esos circuitos no circula pescado, se nota enseguida.

Tampoco es mucho… si se resta el calamar que aportaron los poteros, la estadística oficial marca que Mar del Plata recibió, al pasado 13 de mayo, 80 mil toneladas. Si se restan las 27 mil toneladas que sumaron los buques arrastreros congeladores, quedan 50 mil toneladas. Muy poco para la capacidad productiva instalada, aunque debe haber mucho elaborado y guardado en las cámaras frigoríficas a la espera de encontrar clientes.

La debacle del mercado interno, lejos está de reconstruirse. La “nueva normalidad” que anticipó Alberto Fernández en las últimas horas prevé para una última etapa la incorporación de restaurantes, bares confiterías y hoteles.

Estos sectores recreativos componen un, estimado, 30% de la demanda de pescados y mariscos que tienen los frigoríficos locales. Las pescaderías y supermercados conforman el resto pero con escaso movimiento de pescado fresco en este contexto, y con precios que no alientan al consumo tampoco.

Para contemplar la crisis en el sector gastronómico no hay que alejarse mucho del puerto local. Alcanza con ingresar al playón del Paseo Comercial y ver los 17 restaurantes cerrados hace más de 60 días.

Locales de los que dependen casi 400 familias y cuyos permisionarios han solicitado auxilio financiero a los bancos y recibido el salvataje de los ATP con suerte dispar. Ahora esperan facilidades del propio Consorcio Portuario para flexibilizar un plan de pagos del canon. El tiempo dirá quién puede levantarse. Y levantar algunos cheques también, digamos todo.

El mes que viene algunos barcos fresqueros pondrán los tangones y migrarán a la patagonia para pescar langostino. Esa salida del tablero de la pesca local repercutirá negativamente en estibadores y plantas de reproceso que dispondrán de menos materia prima para procesar. Pero también será un alivio para otros armadores que podrán defender mejor sus capturas.

Así de sensible es la industria 2020, en tiempos del covid-19, la diversificación perdida y una incertidumbre que llegó para quedarse.

 

Gentileza Roberto Garrone- puertodepalos.net