El séxtuple campeón del mundo inglés Lewis Hamilton (Mercedes) reforzó su liderato en el Mundial de Fórmula Uno al ganar este domingo el Gran Premio de Eifel, en el Nuerburgring (Alemania), legendario circuito en el que igualó el récord de triunfos en la categoría reina (91) del alemán Michael Schumacher.

Hamilton, de 35 años, hizo historia al ganar por delante del holandés Max Verstappen (Red Bull) -que marcó la vuelta rápida antes de acabar segundo- y del australiano Daniel Ricciardo (Renault), que lo acompañaron en el podio de la undécima de las 17 carreras del Mundial de la pandemia.

Tras haber desperdiciado en Sochi, donde acabó tercero el Gran Premio de Rusia, su primera oportunidad de emular al alemán, Hamilton no quiso esperar más. Y este domingo igualó el segundo récord más importante de Schumacher, convaleciente aún del grave accidente de esquí que sufrió en Meribel (Alpes franceses). Reforzando un liderato que lo sitúa cada vez más cerca de la otra gran plusmarca histórica del ‘Kaiser’: la de títulos mundiales.

El astro inglés, que salía segundo, con neumático blando -el que llevaban los diez primeros en la clasificación- atacó a su compañero finlandés Valtteri Bottas, que el sábado firmó la ‘pole’, en la primera curva. Pero no sólo no lo pudo rebasar, sino que acto seguido tuvo que defenderse del ataque de ‘Mad Max’.

Supo después ser paciente, no dejó que Bottas se fuera; y de nuevo en la primera curva, pero en el decimotercero de los 60 giros superó al finés, que se pasó de frenada. Seis vueltas más adelante, Bottas abandonó debido a un problema en su unidad de potencia.

El español Carlos Sainz, que arrancó décimo, avanzó cinco puestos al final, pero no acabó contento, porque, según explicó él mismo después de la prueba, nunca se sintió a gusto con las nuevas piezas que colocaron en su McLaren. Las ‘mejoras’ no parecieron tales y el talentoso piloto madrileño se marchó del Nürburgring con la sensación de que, con el coche que tuvo dos carreras antes, hubiese optado al podio.

Al cajón se subió el australiano Daniel Ricciardo (Renault), casi dos años y medio después de haberlo hecho por última vez. Motivo por el que le ganó una apuesta a su jefe de equipo, el francés Cyril Abiteboul, que ahora deberá hacerse un tatuaje. El que decida el simpático piloto de Perth. Que también le dio motivos de optimismo al español Fernando Alonso.

El doble campeón mundial asturiano regresará el año que viene a la F1 con el equipo con el que festejó sus dos títulos (2005 y 2006) y en el que ‘heredará’ precisamente el coche de Ricciardo. Que a su vez se quedará con el McLaren de Sainz, que en 2021 será piloto de Ferrari.

Ricciardo festejó su trigésimo podio en F1 tras aguantar al mexicano Sergio ‘Checo’ Pérez (Racing Point), que arrancó noveno y completó otra gran carrera. A falta de 16, el mexicano, que ocho vueltas antes había rebasado al monegasco Charles Leclerc (Ferrari) -séptimo al final- se había colocado cuarto y rodaba más rápido que el ‘aussie’.

Echando cuentas, parecía claro que lo hubiese podido rebasar. Pero en ese momento se acabó la carrera del inglés Lando Norris, el compañero de Sainz, que a mitad de carrera llegó a ser tercero -antes de parar- y se movió siempre en la franja de los primeros seis. El abandono de Norris provocó que, para retirar su McLaren, se decretase la entrada a pista del coche de seguridad. Con Hamilton liderando la prueba por delante de Verstappen y Ricciardo; el bravo piloto tapatío en la cuarta posición y Sainz en la quinta.

En el frío Nürburgring -nueve grados centígrados ambientales-, donde la gestión del neumático fue crucial, todos reclamaban con ansia la marcha del ‘safety car’, nerviosos ante el relanzamiento de una carrera a diez vueltas que no alteró los puestos cabeceros.

‘Checo’ repitió el cuarto puesto que había logrado en Rusia, en una jornada en la que entre los triunfadores también hay que contar al alemán Nico Hülkenberg, que ya había sustituido al mexicano en las dos carreras de Silverstone (Inglaterra) cuando éste dio positivo por Covid-19. Y que en esta ocasión reemplazó al canadiense Lance Stroll, que, por problemas gástricos, no rodó el sábado.

Hülkenberg, al que avisaron ese día por la mañana, condujo como un loco desde Colonia al Nürburgring; superó el test del coronavirus y se subió al Racing Point justo antes de la calificación. Acabó último la cronometrada, en la que sólo pudo familiarizarse con el coche y el circuito. Y este domingo firmó un ‘carrerón’, avanzando de la vigésima plaza en parrilla al octavo puesto final.

El finlandés Kimi Raikkonen (Alfa Romeo), último campeón mundial de Ferrari (en 2007), acabó duodécimo y no puntuó. Pero también batió un récord en el Nürburgring. Mejoró la marca del brasileño Rubens Barrichello. Y nadie iguala ahora los 324 Grandes Premios que presenta el ‘Iceman’ en su hoja de servicios.

Hamilton no tuvo demasiados problemas tras el relanzamiento de una carrera en la que Verstappen se conformó con ser segundo y firmar la vuelta rápida en carrera.

El astro inglés, que salvo auténtica desgracia también será séptuple campeón del mundo este año -suma 69 puntos más que Bottas y 83 más que ‘Mad Max’-, igualó el otro gran récord de Schumacher a cien kilómetros de Hürth, la localidad natal del ‘Kaiser’. Al que superará en cualquiera de las seis carreras que le quedan al Mundial de la pandemia, que se cerrará el 13 de diciembre en Abu Dabi.

En el podio, Hamilton recibió uno de los cascos que usó ‘Schumi’ durante su segundo periplo en la Fórmula Uno (2010-12, precisamente en Mercedes) de mano del hijo de éste, Mick. Líder de la F2 y que más pronto que tarde pilotará en la categoría reina. Se sintió honrado por el récord, pero declaró con humildad que “nadie se puede igualar a Michael”. A sabiendas de que pronto superará al emperador, el astro inglés se divierte siendo el rey.

por Adrian R. Huber-EFE