Por Federico Pita (*)

El 21 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial en todo el mundo. Este día fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, en recuerdo de la Masacre de Sharpeville en Sudáfrica, ocurrida el mismo día en 1960, en la que la policía abrió fuego contra manifestantes pacíficos que protestaban contra las leyes del sistema racista del apartheid del gobierno sudafricano.

El racismo suele entenderse como un conjunto de actitudes y comportamientos negativos hacia las personas debido a su pertenencia étnico-racial. Por ejemplo, los asesinos de Fernando Báez Sosa gritándole “negro de mierda”. Lo que en nuestra sociedad muchas veces no se llega a discernir, es que ésta es apenas la dimensión individual o interpersonal de un fenómeno que va más allá de lo intersubjetivo. Reducirlo únicamente a esa expresión obtura el carácter sistémico y estructural de la matriz de opresión en la que nos hallamos insertos, y en la que el racismo es un eje principal.

El racismo, decía, se expresa también en otras dimensiones, más complejas y no tan visibles en su materialización cotidiana. En esta ocasión me concentraré en la dimensión institucional del racismo. aquellas políticas, prácticas y actitudes dentro de una organización, que perpetúan la desigualdad racial a pesar de las intenciones de los individuos involucrados. El racismo institucional no necesariamente requiere la presencia de prejuicios negativos o discriminación consciente; se manifiesta, por ejemplo, en un mercado laboral donde las personas racializadas tienen menos oportunidades de empleo y promoción, o un sistema de justicia que tiene una tasa de encarcelamiento desproporcionadamente alta para personas no blancas.

Es por esto que se hace necesario y urgente el debate de un modelo político que no solo denuncie formalmente el racismo, con el afán de presentarse en sintonía con la corrección política de las llamadas políticas de no discrminación, sino que es menester encarar un proceso de transformaciones radicales que tengan en el centro mismo políticas antirracistas.

Las políticas antirracistas son políticas públicas que buscan abordar el racismo y la desigualdad racial de manera profunda y transformadora. Estas políticas reconocen que el racismo no es simplemente un problema individual de prejuicios o actitudes discriminatorias, sino que es un problema estructural y sistémico que está arraigado en las instituciones, políticas y prácticas sociales de una sociedad.

Algunos ejemplos de políticas antirracistas:

* Reparaciones: Las reparaciones son políticas que buscan reparar el daño causado por el racismo y la discriminación racial en el pasado y en el presente; pueden incluir medidas como el pago de compensaciones económicas a las víctimas de la desigualdad racial o la implementación de programas de desarrollo económico para las comunidades afectadas.

* Acciones afirmativas: La acción afirmativa es una política que busca abordar las desigualdades raciales mediante la implementación de medidas que nivelen el campo de juego para las personas y comunidades discriminadas; como la reserva de cupos en universidades para estudiantes de minorías étnicas, o la implementación de programas de apoyo para empresas propiedad de personas de minorías étnicas.

* Desfinanciamiento de la policía: política que busca abordar la brutalidad policial y la discriminación racial en la aplicación de la ley, mediante la reducción de los recursos económicos destinados a la policía y la reinversión de esos recursos en programas sociales y comunitarios. Esta política se basa en la idea de que la policía no es la solución a los problemas sociales, sino que es parte del problema.

* Desmantelamiento de sistemas racistas: el desmantelamiento de sistemas racistas implica desmontar las estructuras y sistemas sociales que promueven y perpetúan la discriminación racial, como la segregación residencial, la criminalización de la pobreza y el sistema de justicia penal. Esta política busca reimaginar y reconstruir un sistema social más justo e inclusivo.

Estas son solo algunas de las políticas antirracistas que se están discutiendo y en algunos casos implementando en diferentes partes del mundo. Estas políticas a menudo son muy resistidas y enfrentan una fuerte oposición por parte de quienes argumentan que son excesivamente radicales o que pueden tener consecuencias negativas para la sociedad.

En este contexto, el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial adquiere una importancia renovada. Argentina debe seguir trabajando para reconocer esta deuda histórica y de esa forma asegurar que todas las personas, independientemente de su raza o etnia, puedan disfrutar de los mismos derechos y oportunidades. La concientización sobre el racismo y la desigualdad racial es esencial para combatir este problema y construir una sociedad más justa e igualitaria.

 

(*) Activista afroargentino antirracista. Fundador de la Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR). Politólogo UBA.