Concurrir a la sala Nachman del Teatro Auditorium a presenciar esta obra no era una prueba jugada a suerte y verdad. Ya había sido distinguida oportunamente por  los premios Teatro del Mundo (premio mayor en dramaturgia y actor, destacada en los rubros actriz, escenografía y dirección), Premio Trinidad Guevara a la revelación masculina a Leandro Airaldo por la dramaturgia y dirección, Premio Argentores de Teatro 2017 por la mejor obra de teatro para adultos, nominación a Miguel Nigro por la escenografía en los Trinidad Guevara y Premio del Espectador 2018 por la Escuela de Espectadores de Mar del Plata. No es poco.

De todas maneras había que ir, predisponerse, sentarse en la butaca, y ver qué hacían estos dos jóvenes y ya laureados actores con las palabras que atribuían al discurso amoroso. Había que ver de qué manera, en el tiempo que dura un termo caliente para el mate, iban a lograr deshojar el pimpollo del amor, segundo a segundo. Cómo iban a encarnar a quienes se enamoran en escena, se hablan corto, se enredan en las palabras que sin embargo comprenden.

Porque no es fácil hablar de amor. Pedro trata de ser delicado, y lo dice tímidamente, buscando cuáles son las palabras acertadas para decirle al otro que se lo está mirando desde el alma. Ana sabe de palabras, pero no sabe de amor, y escudriña en el discurso del otro para no equivocarse, para no entender mal. Para no creer más de lo debido en esta cita casual que no se parece a nada.

El amor se va trazando en el tiempo en que se ceba el mate, con sus códigos de cortesía y su lenguaje tácito. Como se gira la bombilla cuando un lado de la yerba se decreta agotado, así se cambia el ángulo del diálogo en el proceso de la seducción más simple y espontánea.

“Enamorarse…” es una obra simple, y en eso reside su maestría, su precisión, su buen gusto. Las actuaciones mesuradas de Emiliano Díaz y Sol Rodríguez Seoane honran el escenario. Los cuerpos trazan un recorrido paralelo al de la comunicación verbal, y llevan al espectador de la mano por el decurso de la acción dramática.

Una propuesta donde la economía de recursos es exacta y magistral. Es casi una ventanita por donde espiar la conversación, que se desovilla suave y serena. Así, como se quiere la gente que se quiere.

Adriana Derosa