Francia inicia dos semanas de dura campaña que decidirán el futuro del país

Como se esperaba, el centrista Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen se jugaran la presidencia de la república tras quedar primero y segunda respectivamente en la vuelta inicial de las elecciones.

Con el 97 por ciento del voto escrutado, Macron cuenta con un apoyo del 27,60 por ciento, por el 23,41 por ciento de Le Pen, según informa el ministerio de Interior. Estos números suponen el mejor resultado de la historia para la ultraderecha en una primera vuelta.

Macron dice tener claro que nada está decidido: “No escatimemos esfuerzos durante las próximas dos semanas porque nada está hecho”, decía el presidente. “Seamos humildes, decididos, convenzamos a todo el mundo. El 24 de abril, podemos hacer la elección de una nueva era, francesa y europea. El 24 de abril, podemos hacer la elección de la esperanza. El 24 de abril, podemos hacer la elección de Francia y Europa juntas”.

No lo tendrá fácil Macron ante una Marine Le Pen que ha ido ganando adeptos con una campaña dura centrada en el actual coste de la vida, la inflación y por supuesto, la inmigración.

El hundimiento de dos clásicos

Tercera posición para el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que se queda con su 21,95 por ciento de los votos fuera de la segunda y definitiva ronda y cuyos votantes podrían tener la llave de la presidencia. Mélenchon dejaba claro en su discurso en París su rechazo absoluto a Marine Le Pen, aunque, por otra parte, tampoco pidió a sus seguidores que apoyaran a Macron:

“¿Por quién toman al pueblo francés?, decía el líder de extrema izquierda sobre el partido de Le Pen. “Son capaces de saber lo que hay que hacer. Son capaces de decidir lo que es bueno para el país. Nunca perderemos nuestra confianza en la democracia, así que no hay que dar ni un voto a la señora Le Pen”.

El ultraderechista Éric Zemmour, cuyos votos pueden acabar siendo definitivos para Le Pen, obtiene por su parte el 7,05 por ciento del apoyo ciudadano. La primera vuelta de las presidenciales parece haber dejado claro a su vez el declive de los partidos tradicionales de Gobierno: republicanos y socialistas, con menos del 2 y el 5 por ciento de los votos respectivamente, salen muy mal parados de unas elecciones que ya solo tienen dos protagonistas.

La participación de la primera vuelta se situó en torno al 74,84 por ciento, la más baja desde 2002 aunque lejos de lo que se temía. En dos semanas se verá si nada cambia con respecto a 2017 o si Francia opta definitivamente por un cambio radical.