Se tiran millones de kilos de pescado al mar en las pesquerías de langostino y merluza principalmente. No hay controles ni sanciones para los responsables. Bosch, figura decorativa.

El video divulgado a principios de semana en el portal Revista Puerto, en el que se observa el descarte de cientos de kilos de pescado al mar desde un barco pesquero, expone con crudeza una realidad de la que todo el mundo vinculado a la actividad sabe que ocurre aunque nadie parece dispuesto a modificarlo, pero impacta en una opinión pública que desconoce lo que ocurre en alta mar.

Se tiran millones de kilos de pescado al agua. Solo la flota tangonera, un tercio de los barcos que operan sobre el langostino, capturó unas 75 mil toneladas de merluza como by catch, o fauna acompañante.

El langostino se pesca en la zona de veda permanente de merluza. Es decir, cuando levantaron las redes con langostino, aparece merluza. Y los tangoneros capturan, procesan y congelan langostino a bordo. La merluza se tira.

El año pasado se declararon desembarcar un poco menos de 270 mil toneladas de merluza en los puertos marítimos. Las realmente pescadas fueron muchísimas más. Imposible saberlo con exactitud. Hay que sumar las 75 mil del by catch pero nadie sabe cuánto descarte realizan los barcos fresqueros que operan sobre el langostino porque no embarcan observadores ni inspectores a bordo.

Tampoco se sabe cuánta merluza descartan los barcos congeladores, cuyos coeficientes de conversión son todo un misterio pero cada vez más ventajosos para los armadores que de esta forma pueden estirar el cupo asignado de hubbsi a límites insospechados.

Nadie se hace cargo, olvídese amigo lector. Jorge Frías, secretario General de la Asociación Argentina de Capitanes, refirió que tirar pescado al agua es un “delito de lesa humanidad”.

“Los barcos pesqueros legalmente habilitados para capturar peces en el mar devuelven a sus aguas el 40% de lo que sus redes recogen”, dijo Frias en una nota publicada en el portal Infobae. “Ese volumen corresponde a especies ictícolas que no son las que las empresas pesqueras dueñas de los barcos ordenaron a sus tripulantes capturar”, explicó.

Habría que avisarle al dirigente que los condenados serían todos sus afiliados a la Asociación. Son los capitanes la máxima autoridad del barco. No hay descarte sin su complicidad, sin su consentimiento.

Claro que si un capitán mete en bodega todo lo que traen sus redes, cuando llega a puerto el armador lo desembarca y se queda sin trabajo. Pero si todos los capitanes hicieran lo mismo, los armadores no tendrían a quien embarcar y quizás sea necesario activar compromisos, aumentar controles y aplicar sanciones para mitigar el problema. Nada de eso hoy ocurre.

Frías impulsa el “descarte cero”. Hasta ahora no explicó quién le pagaría a la empresa armadora todos los cajones con pescados que se quedaría sin vender en el muelle porque no tienen valor comercial. Que los compre la propia Asociación de Capitanes para contribuir al fin del hambre en el mundo es una opción tan noble como improbable.

Los armadores descartarían menos pescado si se aplicaría la ley de pesca y hubiese sanciones. Los dispositivos de selectividad para evitar capturar juveniles hace mucho que ni siquiera los suben al barco.

Lejos de hacer cumplir la normativa vigente, desde la Subsecretaría de Pesca, Juan Bosch maneja las actas para disciplinar a quien se sale de la raya.

Por eso nadie abrió la boca cuando se oficializó el ingreso del “José Américo”, el tangonero de Moscuzza. Ni levantó la mano para quejarse por el aluvión de reformulaciones para entrar al langostino. Todos tienen la cola sucia o quieren sacar provecho de la situación.

El que levanta la voz, pierde. Carpincho García puede dar fe. Uno de sus barcos 20 días parados y con multa económica por un invento de los inspectores. El armador agotó todos los recursos administrativos pero marche preso.

Para suerte de los armadores, ya no hay más controles en tierra. Bosch los desarticuló hace un tiempo. Y después tenemos que creer que las riendas en Pesca Nación no las mueve Oscar Fortunato desde las sombras. El representante del Poder Ejecutivo en el Consejo Federal Pesquero es empleado de Moscuzza.

Bosch también se lava las manos y le tira toda la responsabilidad a los capitanes de Frías. ““Son profesionales, y cualquier profesión tiene su tribunal de disciplina, y es muy importante que ellos lo entiendan y que puedan trabajar también en esta reforma que estamos impulsando con las inspecciones, para un mayor ordenamiento de la actividad”, le dijo el Subsecretario al portal Mar y Pesca.

Pero nada bueno podemos esperar del Subsecretario, dominado por los intereses de las grandes empresas.

Hace más de un año que Bosch tuvo la certeza que Antonio Solimeno pescó miles y miles de toneladas de merluza en sus tres barcos congeladores que en los partes de pesca figuraron como nototenias. Fue una trampa que se prolongó durante casi una década.

Cuando se hizo pública la mentira, el funcionario abrió un expediente y anticipó que habría sanciones. Todavía la estamos esperando.

Por Roberto Garrone, Especial para elmarplatense.com