Por Natalia Muñoz

A Lila la conocí de casualidad. Yo trabajaba un domingo a la tarde en la playa Alfonsina. Sentada en el playón lindero a la calle, con mi compañero de esa tarde empezamos a ver cómo unos jóvenes bajaban e instalaban un equipo de música ahí, entre nosotros. Se acomodaban y llegaban más: se saludaban con alegría, estacionaban sus motos, compartían un café, unas galletitas y algunas selfies.

Empezó la música. Me recordaba a mis matinés – la edad, señora -, pero por su ritmo. Esas canciones se mantienen desconocidas para mi aún. Una de las chicas empezó a repiquetear. Otra se movía parecido, pero se acercaba más al centro del playón, entre quienes se sacudían la arena de los pies, de salida de la playa. De pronto unas cinco personas bailaban igual, al unísono. Había una coreografía en proceso y turistas y locales se agrupaban a ver el show de Costa Axe, “la movida de ritmos brasileros en Mar del Plata”, me explicó Lila después de un intervalo en el que pude acercarme a preguntar de qué se trataba todo. 

Ella es la fundadora y coordinadora del proyecto que nació en 2021 y que conjuga baile y alegría con actos solidarios. “Nos juntamos un grupo importante de personas de todas las edades a bailar al aire libre, a veces en el playón Alfonsina, otras veces en Varese, como también en espacio cerrados privados”, dijo sobre la dinámica del grupo.

¿Cómo nace Costa Axé?

A raíz de una pérdida personal, Lila decidió “comenzar con algo que tuviera que ver con lo que me apasionó desde siempre, que es bailar axé”. Junto a Diego, su pareja, decidieron invertir en equipos de sonido “para probar”.

“La primera Costa que se realizó fue todo un éxito, y desde ese entonces empezó a crecer a pasos agigantados, ya que no solo fueron las Costas al aire libre, sino que empezamos a realizar talleres de grandes referentes del Axé que venían de Brasil a Mar del Plata”, contó sobre los primeros pasos. La propuesta, en un resumen caprichoso, es acercar todo el universo axé a quienes se animen a sambar.

Resulta una propuesta osada la de ponerse a bailar con desconocidos en la vía pública. Tan osada como tentadora. “Muchos se quedan mirando y hasta otros siguen las coreografías como pueden y se divierten”, advirtió Lila.

Pero, ¿qué va a decir esa cosa conocida como la gente cuando vea que no me sale? “Jamás recibimos una crítica para mal, todo lo contrario, muchos miran desde los edificios, nos filman, y hasta muchas veces al terminar de bailar alguna coreo, nos aplauden y preguntan cómo se puede hacer para bailar como nosotros y dónde empezar con clases. Las jornadas de axé nuestras son entre 6 o 7 horas sin parar, ¡realmente ni nosotros sabemos como bailamos tanto!”, sumó la coordinadora a la invitación.

Axé solidario

“Hace poco surgió la idea de poder ayudar a un colega, referente y profe de axé de Buenos Aires, que está pasando por una situación delicada de salud, donde se nos ocurrió hacer una ‘Costa Solidaria’ para que cada uno pudiera donar lo que estuviera a su alcance para ayudar”, dijo sobre la iniciativa.

Se trata de una faceta nueva que no descartan continuar para poder colaborar con otras causas. “Es la primera vez que hacemos una Costa a colaboración. Sabemos que muchos ayudaron y eso nos dejó muy contentos. Las Costas que realizamos son gratis, siempre lo fueron y lo seguirán siendo, así que no descartamos volver a hacer una Costa Solidaria para ayudar a alguien más, y de paso hacemos lo que más nos gusta que es bailar por muchas horas”.

¿Todo el mundo puede bailar axé?

“¡Si!”, respondió rápidamente Lila. “No hay ningún limite de edad, cualquiera puede bailar este ritmo que es muy energético. Sí recomendamos que puedan ir a las clases. En las clases se enseña todo paso a paso, la técnica para aplicar en las coreos y son las mismas que pasamos en las Costas para bailar”, explicó. “Son todos más que bienvenidos a aprender este ritmo que, como siempre decimos, cuando entras, no salís más de lo lindo que es.

Costa Axé es, entonces, un espacio abierto para terminar la semana de una manera distinta. Con intención de aprender una nueva diciplina, o de tan solo mover el cuerpo para sacudirle un poco del domingo; con recuerdos de algún viaje o con ganas de otro paisaje, la playa marplatense se convierte entonces una pista de baile.