Por Adriana Derosa

Es este el título de una obra de teatro de Merceditas Elordi, codirigida por ella misma y por Nora Colares, cuya acción dramática se sitúa en dos años específicos que van desde 1908 – la reunión del Consejo de la Mujer en Argentina- y 1910, año en que se realizó el Congreso del Centenario del país. Estos primeros años del siglo son los que permiten a la autora rastrear las huellas del proceso de construcción de una nueva subjetividad femenina, un nuevo lugar para las mujeres que se asoman a la vida pública, o son primera generación universitaria, pero aun no pueden enseñar en el nivel superior, porque ese lugar es un límite: solo lo hacen los hombres. “Res non verba” es la frase que se repite más de una vez, toda vez que las protagonistas esperan llevar al plano de la realidad los cambios que parecen ser solamente objeto de declamación en los eventos colectivos.

Los personajes son Cecilia Grierson, la primera médica argentina, interpretada aquí por Andrea Chulak, Elvira López, la primera doctora en filosofía, autora de la tesis “El movimiento feminista: primeros trazos del feminismo en Argentina” -aquí  en la piel de Cecilia Zaninetti- y Albina Van Praet de Sala, la primera presidenta del Consejo Nacional de la mujer,  que ejerció el cargo desde 1900 hasta su fallecimiento en 1918, que es llevada adelante por Poupée Rognone.

El conflicto no puede ser más actual: la mujer se desarrolla buscando nuevos espacios en lo público y en el mundo intelectual antes vedado, pero ¿hay un límite? ¿Hay unos parámetros que no deben excederse bajo riesgo de ser una verdadera anomalía? En otras palabras: ¿nos acomodamos a la pequeña revolución que se espera de nosotras y nos convertimos en figuras políticas, patriarcales aunque mujeres? ¿Nos arriesgamos a la disrupción verdadera o escribimos una tesis doctoral que pase el filtro masculino de la aprobación?

La puesta en escena es medida y se disfruta: se ha logrado aprovechar un espacio escénico pequeño poniendo calles de luz donde parece imposible plantearlas, y ampliando los recorridos hacia puertas reales. Inteligente y práctico.

Pero si en un aspecto se ve la mano femenina es en la dirección de actrices: todas son eficientes, todas encarnan los personajes históricos que se les atribuyen, todas están celebrando una comunión que transmite placer desde la escena. Pero sin duda alguna, Andrea Chulak se recorta del horizonte. Su Cecilia Grierson es conmovedora: utiliza un vestuario de época como si lo hubiera hecho toda la vida, se desplaza con un aplomo visible, y logra una progresión dramática mesurada en un personaje que pone el alma en escena. Bien por ella, y por este renacer que le llega.

“Conjuro anómalo” estará en Cuatro Elementos el próximo 12 de noviembre en una sala de pocas localidades, es decir que se requiere reserva. Una pincelada de delicadeza en medio del caos del contexto cotidiano.