No terminó el segundo mes del año y algunos números de la actualizada estadística ofical explican lo que sucede en tierra. En el primer mes del año las descargas se redujeron un 50% en comparación con enero del 2019.

La sangría de obreros del pescado que terminan en la calle no se detiene, producto de la falta de rentabilidad en los eslabones de la cadena fresquera pero también del capricho de hombres como “Chuli” Gómez.

La cara visible detrás de Chulemar SRL, la cooperativa “La Milagrosa”, “Rosa Mar” y “La Pochita”, -un día habría que hacer un libro con la historia detrás de cada nombre de fantasía de las plantas procesadoras- Gómez hace más de 20 años que reprocesa pescado para mercado interno y exportación. Siempre en negro, ayuno de infracciones y amparado en un sistema que todo lo permite.

Nadie sabe su nombre. Siquiera algún familiar más o menos cercano, y no se le conoce la cara. Es “Chuli”, a secas, para los obreros que le pidieron la registración luego de haber suspendido a 10 de los fileteros de La Milagrosa por haber faltado a trabajar un lunes.

Es “Chuli” para el gremio que le pidió que vaya a las audiencias en el Ministerio de Trabajo donde se había canalizado el pedido de registración. “Chuli” para los medios de prensa. Un nombre más de una lista interminable.

“Chuli” dejó a 94 familias sin su principal ingreso ni les dio la chance de seguir trabajando cuando fracasada la posibilidad de blanquearlos, los obreros le pidieron mantenerse en las mismas condiciones. “Me hincharon las pelota, que se jodan”, dicen que les dijo “Chuli” a través de su abogado.

Santiago Montiel, su abogado/vocero, ni siquiera fue a las audiencias a las que convocó el Ministerio de Trabajo. Llamó por teléfono para avisar que “Chuli” bajaba la persiana y arreglaría con los obreros. “Serán 20 mil pesos por cada año trabajado. Y al que no le gusta, que haga juicio” avisó Montiel. Juicio a quién?, a un hombre sin nombre, a una cooperativa “La Milagrosa” que ni siquiera tiene un sello de goma.

La amplia lista de dadores de pescado, donde sobresalen distintas ramas del Grupo Baldino, infiere el volumen de actividad que tenía Gómez en cuyos establecimientos se trabajaba casi todos los días, una rareza en estos tiempos de bajo nivel de actividad general.

Toda la formalidad que “Chuli” mantenía con los armadores la perdía en los siguientes eslabones. Procesaba y vendía en negro a valores muy diferenciados de la competencia, con obreros en blanco y pagando impuestos. Pero en 20 años muchas registraron personal, aunque sea a los peones y envasadoras en el anexo Pyme del convenio 161/75. Los fileteros son una raza diferenciada a los que, entre otras cosas, les cuesta levantarse los lunes.

“Por qué exige que los compañeros vayan a trabajar si él (Chuli) no paga presentismo, no tienen obra social, vacaciones, nada. No tienen ningún compromiso”, explicó Adolfo Echeverría en “Destino Puerto”, por la 101.9 el viernes. El Secretario Gremial del SOIP evitó calificar a Gómez como “empresario”.

Uno hace más de 15 años que camina las calles del puerto pero algunas cosas no dejan de llamarme la atención. Un hombre puede dejar 94 trabajadores en la calle y ninguna autoridad, de ninguna cartera ni ámbito siquiera lo cita para que brinde alguna explicación. Multarlo por evadir impuestos por 20 años ya parece demasiado.

El “Chuli” sigue siendo una figura misteriosa, que se evapora refugiada en Rumencó, hasta que pase la tensión para volver a abrir en un par de semanas y reavivar el mismo circuito de ilegalidad y precaridad,. Es lo que ya hizo Roberto Funes, que en el 2016 dejó 150 obreros en la calle y después de un tiempo escondido, volvió con la misma metodología. Y siga, siga, ante autoridades que miran para otro lado, completamente desentidadas de lo que pasa más allá de Juan B Justo.

Por Roberto Garrone-Especial para elmarplatense.com