La ciudad había amanecido desierta, blindada, sin autos y con poquísima gente en las calles. Los negocios con las cortinas bajas, o protecciones de madera clavadas en las paredes.

Al menos 55 heridos y más de 900 detenidos en París, epicentro de los disturbios, y unos 1385 en todo el país, son las cifras reportadas por las autoridades de Francia durante el transcurso de esta jornada en el cuarto sábado de protestas convocadas por los “chalecos amarillos”.

En toda Francia salieron a las calles unas 125.000 personas, 10.000 de ellas en París, especificó el ministro del Interior, Christophe Castaner, durante una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro Édouard Philippe.

“Las fuerzas del orden han hecho que se respete la ley”, subrayó Philippe, quien puso el acento en que ahora es momento para el diálogo.

Philippe anunció que hoy domingo el presidente Emmanuel Macron hablará por primera vez a la población desde que comenzó la movilización de los chalecos amarillos el 17 de noviembre último y que ya dejó cuatro muertos y más de 2.000 detenidos.

En el cuarto sábado consecutivo de protestas del movimiento de los chalecos amarillos, las calles de la capital francesa volvieron a verse automóviles ardiendo y negocios asaltados mientras los manifestantes intentaban levantar barricadas con las placas de madera con las que habían sido protegidos muchos negocios.

La Policía reprimió las protestas con gas lacrimógeno y camiones hidrantes en los alrededores de los Campos Elíseos, donde los manifestantes eran sometidos a una revisión de sus mochilas y bolsos para evitar que introdujeran objetos peligrosos.

Fueron movilizados 89.000 efectivos de seguridad en todo el país, 8.000 de ellos en París, reforzados por vehículos blindados de la Gendamería, informó la agencia de noticias Dpa.

La mayoría de las estaciones de subte permanecieron cerradas, al igual que muchos comercios. También fueron suspendidos seis partidos de fútbol de primera división y permanecieron cerrados los principales monumentos y atracciones turísticas, como la Torre Eiffel, el Museo del Louvre, la Ópera o las catacumbas.

Durante la mañana, los chalecos amarillos organizaron bloqueos o filtraron el paso de vehículos en decenas de lugares por todo el territorio francés, en particular en algunos puntos estratégicos de la red de autopistas y las estaciones de peaje.

Las protestas se extendieron a otras ciudades del país, como en Burdeos, Toulouse, Marsella, Lyon o Nantes y a otros países como Bélgica y Holanda.

Ante las protestas, el Gobierno francés anunció esta semana la suspensión de la subida de impuestos a los combustibles y al diésel durante 2019.

Sin embargo, algunos cabecillas de los manifestantes insistieron en que de todas formas marcharían cada sábado por París para exigir otras reformas, como mayores recortes de impuestos, subidas de salarios y demandar, incluso, la dimisión de Macron.

En el plano político los dos excandidatos presidenciales de extrema derecha y extrema izquierda, Marine Le Pen y Jean-Luc Melenchon, hablaron de una nueva movilización exitosa de los chalecos amarillos en el país, pese a la “campaña intimidatoria” del gobierno de Emmanuel Macron.

Ambos pidieron la renuncia del Ejecutivo y el llamado a elecciones anticipadas para salir de la crisis.