El pasado martes 7 de diciembre se vivieron horas muy difíciles en el Marquesado, “nunca es fácil ver arder un bosque y esta vez no fue la excepción”, comienza el escrito realizado.

A continuación, compartimos el testimonio producido luego del incendio en la reserva.

El fuego comenzó pasado el mediodía, ante la alerta de un vecino, me asome por la ventana y ahí estaba otra vez, como hace 6 años atrás, la columna de humo creciente y amenazante.

El primer foco ígneo se originó en la manzana de las calles 30 y 37, los bomberos acudieron inmediatamente al llamado, los vecinos sin dudarlo pusieron manos a la obra para contener las llamas, pero la sequía de diciembre y el viento tenían sus propios planes.

Mientras llegaban más dotaciones de bomberos y los vecinos hacíamos el mayor de los esfuerzos para evitar que se extienda por los pastizales, las llamas alcanzaron las copas de los pinos y ya ahí, nos dimos cuenta que no había mucho por hacer, el incendio era imposible de frenar. Las llamas cruzaban de manzana en manzana sin que los cercos cortafuegos ni el arroyo pudieran detenerlas y en cuestión de minutos la mitad de nuestra querida reserva estaba ardiendo.

Casas amenazadas por el fuego, vecinos evacuados, desesperación, llanto, corridas, un barrio sin luz ni agua para combatir el fuego, ya que las llamas alcanzaron el tendido y hubo que interrumpir el suministro eléctrico.

Para las 6 de la tarde el fuego estaba ganando, no alcanzaban las dotaciones de bomberos ni el personal de defensa civil, ni los vecinos de los barrios linderos, nada parecía ser suficiente.

Allí entre las llamas y el caos los veo luchando a ellos, los compañeros y compañeras de la Asamblea Luna Roja, al frente, como siempre, dándolo todo por la comunidad, como en todas las batallas que nos toca compartir y en ellos encuentro ese segundo aire, aunque impregnado de humo, para seguir batallando.

La noche llegó y trajo algo de calma, el fuego pudo, por fin, controlarse. La baja temperatura y el rocío dieron una brecha. Con grupos electrógenos y algunos ya con suministro eléctrico volvió el agua para sofocar los pequeños focos que se originaban en el camino de destrucción que el incendio había dejado. Y así transcurrió la noche, entre la lucha y la vigilia.

Hoy con más de 60 hectáreas arrasadas no puedo dejar de pensar en esos nidos, en esas culebras, ranas, sapos, cuises, ratones y tantos otros seres que el fuego no perdonó, pienso en los vecinos que hoy están restaurando sus hogares, y en toda la angustia que vivimos.  Se me estruja el corazón.

El pronóstico amenaza con más vientos, la tensión no cesó aquí en el barrio, pero en mi pecho los guardo a ustedes, mis compañeros, también a mis vecinos y bomberos que lucharon incansablemente y a mi familia.

Al resto les pido CONCIENCIA, sabemos que la mayoría de los incendios forestales comienzan por negligencia o intencionalidad de humanos, lo que nunca sabemos es cuando ni como terminan.

Los saludo esperando que la lluvia traiga paz.

Gracias a todos.”