El Ministro de Hacienda, Nicolas Dujovne, presentó en comisiones de la cámara de Diputados el proyecto de presupuesto 2019. Asumen que se trata de una propuesta austera con el objetivo de lograr la meta denominada “déficit cero”, requisito exigido por el Fondo Monetario Internacional.

Analizar los números de un Gobierno que desvarió en todos los pronósticos que esgrimió hasta el momento, es un esfuerzo sin sentido. Basta decir que para el 2018 el mejor equipo económico de los últimos cincuenta años preveía una inflación del 15,7%, un crecimiento económico del 3,5% y un dólar promedio de 19,30$. La realidad: inflación del 45%, caída de la economía 2,4% y un dólar imparable que se encuentra por encima de los 40$.

Por el contrario, la única proyección que parece certera es la dependencia absoluta de la economía al pago de los intereses de la deuda. Para fin del año corriente la deuda pública representará el 87% del Producto Bruto Interno y los desembolsos de dólares del FMI estarán dedicados casi exclusivamente a saldar las cuentas con los acreedores externos.

El endeudamiento externo en Argentina es una parte del ciclo de la reproducción de capital que garantiza sostener al sector industrial más concentrado. Es decir, el Gobierno contrae deuda a los fines de salvar la tasa de ganancia del empresariado local e internacional, pero no es el único favor que les hace.

El verdadero ajuste que crece sistemáticamente en el país es la caída abrumadora de los salarios reales, que en el mejor de los casos acumula más del 15% del 2015 a la fecha para el sector formal. Si se considera que el empleo informal supera al 40% de los asalariados, se encuentra que un gran porcentaje de la clase trabajadora en Argentina no alcanza a cubrir las condiciones mínimas para su reproducción normal.

Así lo manifestarán las próximas estadísticas que pronostiquen que la pobreza se encuentra por encima del 30% y la indigencia del 6%. Estos números se recrudecen si se desglosan por franja etaria, donde los niños son los más afectados.

Lo peor no paso ya que si la estrategia del Gobierno preveía compensar la caída salarial con el aumento del gasto social en políticas sociales, el presupuesto para el 2019 acompaña el recorte que se viene realizando en todas las áreas del Estado. Salud, educación, ciencia y técnica, seguridad social y trabajo quedaron erosionados en lo que va del año por efecto de la inflación y por la diferencia entro lo que se asigna y lo que se devenga al final del trayecto.

Dados los números que no dejan dudas de los intereses que representa el Gobierno, resta conocer cuál será la respuesta de los trabajadores a la perdida permanente de derechos elementales. El sector Universitario dio una muestra importante de resistencia a la avanzada sobre la educación pública mediante el método de acción directa: tomas de edificios públicos, marchas, piquetes. Así lo replicaron los trabajadores del Astillero Rio Santiago y se avizora la misma táctica para el sector de la salud luego del vaciamiento del emblemático Hospital Posadas.

Con el ajuste presupuestario en lo público Cambiemos abre la puerta para la privatización de todas las áreas del Estado. Lo está experimentando con las obras de infraestructura mediante acuerdos de participación público-privada que recomienda el Banco Mundial, avanzará con la Cobertura Universal de Salud, abrirá la puerta para la vuelta de las AFJP con la reforma previsional en marcha e intentara aprobar la reforma laboral para terminar su embestida contra los convenios colectivos de trabajo.

Lo que los organismos multilaterales de crédito y el Gobierno de los CEOs subestiman es la historia de lucha del pueblo argentino. No significa que no se estén preparando. Pero quizás, luego de tantos golpes para las mayorías, lo peor no haya pasado para ellos.